miércoles, 3 de septiembre de 2014

“Creo en la filosofía del poder empezar, ir hacia el principio una y otra vez y vivir infinitamente el milagro de la creación de una vida” Hannah Arndt

A veces pienso que esta vida se compone con espacios de lagos y espacios de montañas y la primer montaña podría ser esa de concebirse a uno mismo, que uno escala inconscientemente para de repente nacer y llorando llegar a su primer laguito, que algunos dicen que escogemos desde antes de llegar pero al parecer uno no se acuerda, cosa que es muy benéfica porque así no tiene culpa alguna. Ya uno nacido, empiezan a llegar las cucharas, los legos, las crayolas, las letras manuscritas y las matemáticas que son las cosas que nuestro sistema te empieza a poner a manera de pequeñas montañitas para irte entrenando en eso de la superación que básicamente dura unos 20 o 30 años para terminar establecido en un lago.

En los lagos lo que hace uno es estar y lo que tienen es que se puede vivir bien porque son lisos y planitos y tienen una clara diferencia entre donde te mojas y donde no y cuales son los peligros, por ejemplo el de ahogarse cuando no se sabe nadar. Otra cosa de los lagos es que, independientemente de su tamaño, uno sabe que tienen orilla, cosa que da mucha seguridad cuando las observas en los días soleados y cuando sabes que existen en los días de tormenta.

Por lo general en los lagos uno anda acompañado ya sea en botes, lanchas o barcos y hay quien llega los cruza y desaparece y quién se queda ahí dando vueltas de un lado para el otro conociendo todas las orillas y los recovecos. También hay quien anda cambiando de un barco a otro y hay quién se queda en su lancha propia en el centro sin cambiar y sin moverse. En los lagos a veces uno anda de pasajero, a veces de tripulante y a veces de capitán y aunque como digo, los lagos son muy seguros, pues nunca falta el barco que se hunde, el distraído que se cae al agua o el desdichado que lo echan fuera y es entonces cuando la orilla y saber nadar es importante y depende ahora si de cada quién, el tiempo que le tome salvarse. Hay quien rápido llega nadando a la orilla y se trepa a otro barco y quien se queda toda la vida ahogándose.

Las montañas se ven desde los lagos como “un paisaje”, o sea como algo “extra” aparentemente no importante y lo digo no porque no me gusten los paisajes, sino porque los paisajes son así, como cosas extra que sirven para echar suspiros. Hay gente que las mira y suspira y gente que no las ve y ni se entera que existen porque se la pasan mirando para abajo, que si el agua esta turbia, que si se esta secando el lago, que si huele feo y así. Otros las ven, suspiran, sueñan y van y se compran mapas, mochilas, cuerdas, cascos, tanques de oxigeno y todo para irse a la aventura, pero a la hora de la hora siempre encuentran un buen pretexto para no ir. Finalmente están los que las montañas son motivo constante de conversación simplemente porque al mirarlas suspiran y se inspiran. Las montañas funcionan de manera peculiar pues igual unas veces las miras y no pasa nada, y otras veces ¡zaz! , te despiertan la curiosidad robando tu atención y ocupando un lugar privilegiado en el espacio de tu conciencia. Hay montañas que te buscan y montañas que tu llamas. Es todo un juego de seducción donde llegan primero las preguntas, luego se echa a andar la imaginación, luego viene la ambición y cuando menos te das cuenta, tu alma ya esta preparándose para irse a escalarla, porque si, mientras que el cuerpo se queda en el lago, el alma se vuelve hacia la montaña.

Con lo que las montañas juegan es con nuestros futuros, porque si bien en los lagos parecen ser más certeros, por eso de que se ve todo el alrededor, en las montañas pues simplemente no se ve nada, las montañas nunca dejan ver lo que esconden y es precisamente por este bloqueo que parece que siempre te esconden algo diferente, mejor o mas emocionante. O sea que mientras en el lago el futuro se define con la mirada, en la montaña, se concibe con la imaginación.

Contrario al arguende de los lagos, a las montañas uno le entra solito, con el alma por delante y el cuerpo por detrás y aunque siempre hay gente que te alienta a ir y gente que trata de persuadirte por eso de los miedos, al final siempre serás tu el que la tiene que escalar y nadie mas y así aunque de lejos se veían bonitas, como de postal, pues ya estando ahí son frías, empinadas, tramposas, engañosas y muy retadoras y al igual que cuando escalas las de verdad, en estas también te da vértigo, te lastimas, te resbalas y tropiezas.

Al alma le toma su tiempo subir la montaña, pueden ser días, meses o hasta años, y mientras tanto pues ahí se queda el cuerpo nada mas sintiendo y la mente nada mas pensando y este desajuste, el del alma viajera, hace que vengan las dudas y las nostalgias por eso del lago que estas dejando y por  la cochina posibilidad de estarte equivocando. La medicina para el desajuste del alma es la paciencia y la fe, mismas que hay que ir dosificando hasta que llegas a la cima, pues el desajuste se calma cuando finalmente puedes ver lo que hay del otro lado.

Me encantaría terminar este diseñosofia diciendo que en el instante que  despliegas tu mirada desde la cima para ver todo lo que apareció, surge una catapulta que lanza al cuerpo para incorporarse al alma formando de nuevo al ser y así, ya todo junto, bajar triunfante la montaña con la satisfacción del logro, pero me temo que no es así. Una vez arriba, es prácticamente imposible que lo que imaginaste coincida exactamente con lo que encontraste y es ahí donde viene el segundo reto, que es el convertir en tu realidad lo que adelante aparece, pero no ahondaré en ese tema porque ya he escrito mucho al respecto en este mismo blog.

En la cima de la montaña y en el nuevo lago, al igual que en la escalada, la fe que tengas en lo que al inicio imaginaste es materia esencial. A veces te lo crees y te quedas en ese lago, a veces vuelve la imaginación y te vas a otra montaña, a veces no te lo crees y mejor te regresas al lago anterior, pero la verdad es que eso en realidad no importa porque lo que tiene cada montaña, aunque regreses al mismo lago, es que te da la posibilidad de volver a definirte como ser, ya sea igual pero mejorado o diferente y mas bueno o mas malo pero inteligente, quién sabe. El tema es que cada montaña es la oportunidad de volver a nacer, pero con la gran ventaja de saber todo eso que en tu primer montaña aún no sabias.