domingo, 29 de mayo de 2011

“El amor tiene razones que la razón no entiende” Blaise Pascal.

Esta frase la tengo desde hace tiempo en mi listado, y me gusta porque cuestiona ese afán nuestro de dotar de certidumbre a cualquier acto y decisión, poniendo en evidencia al amor como el ejemplo de la irracionalidad del corazón. Hubo dos cosas que me inspiraron a escribir tomando como base la frase de Pascal. La primera fue el haber terminado la lectura del libro “Los enamoramientos” de Javier Marías, que si bien el estilo me resulto un poco cansado, no lo fue así su contenido. El  autor, como se espera en una novela, pasa una parte del libro contando una historia, y otra, que es mayor, analizando la interminable variedad de pensamientos que nos invaden durante el tiempo del enamoramiento, el cual puede ser ya sea el instante de una ráfaga de perfume o la eternidad de un mes, un de año o de una vida. El enamoramiento no tiene que ver estrictamente con el amor que se siente sino con la emoción que invade nuestra mente ante la expectativa de que alguien o algo nos hiciera sentir mejor. El enamoramiento es un acto inconsciente y depende más de vulnerabilidad que de habilidad.  El enamoramiento es difícil de entender porque análisis y amor o análisis y enamoramiento, son palabras que se extinguen, que se neutralizan. Es como la creatividad y su definición, la existencia de una diluye a la otra. Los pensamientos que Javier Marías explora en el libro van desde una simple imagen o fantasía hasta el deseo de desaparecer al elemento, situación o persona que me impide ser libre con mi enamorado o enamorada, y la conexión que hago del tema con el diseño, no es el hecho de andar deseando borrar obstáculos y personas solo así, sino la capacidad de nuestra mente para construir escenarios que nos pudieran abrir posibilidades ante lo imposible. Cuando uno se enamora, cree que las cosas buenas pueden pasar aunque la mente nos diga lo contrario.
He de decir que en términos de diseño sé como enamorar a la gente usando historias que hagan sentido, imágenes, palabras y sonidos, soy capaz de sembrar inquietudes en forma de futuros que prometen posibilidades y por ende, enamoran. El diseño es un trabajo, de cortejo y seducción por medio del futuro en el que uno busca enamorar consumidores o usuarios y para lograr esto, es necesario primero enamorar a los miembros del equipo, a los pares y por supuesto a los jefes. O sea que enamorarse siempre habla de pensar en hacer cosas junto a otro. Hay quienes están muy enamorados de sí mismos, pero eso es otro tema… en general, no hay enamoramiento que no contemple mínimo a dos. El segundo evento que viví esta semana, es que logré que todos los involucrados en el primer diseño que sale bajo mi liderazgo, estuviéramos enamorados juntos y fue así como convencidos y confiados de nuestro producto nos enfrentamos al estudio de mercado, cuya intención era por supuesto, ver que tan capaz era nuestro diseño de enamorar, pero esta vez sin historias, ni perfumes, ni música, ni palabras. Solo así, como si se tratara de una foto o de una cita a ciegas sin poder hablar, lo cual, lo hace mucho más difícil.
Hacer un estudio de mercado es como querer entender al amor. La primera pregunta es clara; “¿Cuál te gusta?” Y los resultados son contundentes y eso está muy bien, porque las respuestas salen del corazón. Pero luego, empieza la confusión, pues se quiere entender las razones del corazón desmembrando al objeto del amor. Igual que si empezáramos a comparar el sueldo contra las piernas, el aliento contra la amabilidad de los suegros y las costumbres contra el color de los ojos. Los seres humanos somos resultado de un sin número de factores y tenemos unas cosas buenas y otras malas, dependiendo de quién nos juzgue. No hay un ”check-list” universal del hombre o la mujer prefecta, simplemente a la persona se le quiere o no. A fin de cuentas ante cualquier pregunta relacionada con el por qué del enamoramiento humano, en forma tal vez de “¿Por qué te piensas casar con él?” La respuesta que siempre termina la discusión es simplemente un “porque lo quiero” y lo interesante de esta analogía es que en español, a diferencia de otros idiomas “queremos” a los seres humanos pero también “queremos” tener objetos y es en esta segunda parte en donde el diseño y el enamoramiento tienen mucho que hacer para lograr el éxito en el mercado.
Es un hecho que si seguir al pie de la letra las pautas que arrojan los estudios de mercado en la etapa que yo llamo del “desmembramiento”, (que es ir evaluando parte por parte), nos dieran un diseño ganador, todo el mundo tendría productos exitosos en el mercado y no es así. Esta sería una formula demasiado fácil y obvia; “ponle las partes que cada grupo de personas prefiere” y  la razón de que esto no se logra, es porque hay decisiones opuestas y factores que se contradicen. Bob Lutz, exvicepresidente de Chrysler en su libro “The Lutz Laws” comenta que el éxito en la toma de decisiones depende en un 50% de lo racional y en un 50% de la pasión. O sea mitad de realidad y de razón y mitad de corazón y enamoramiento. En la primera mitad, la del cerebro izquierdo o racional, es donde entra el estudio de mercado (junto con muchas otras cosas medibles como los financieros). Si en la pregunta inicial del estudio, la de “¿Cual producto te gusta más?”, nuestro producto (ese del que mi equipo y yo ya estábamos enamorados y por eso lo llevamos ahí) gana, quiere decir que nuestro diseño está bien, que nuestra intuición y enamoramiento funcionó y al menos no estaremos poniendo en riesgo el dinero de nuestro cliente. Luego viene el margen de diferencia con el que gané a mi competidor y este será inversamente proporcional a la atención que deberé de prestar a la serie de “consejos” que vienen en las preguntas posteriores o  “desmembramiento”. Si mi margen es grande, ignoraré los “consejos” y seguiré aplicando mi intuición y mi pasión. Si mi margen es corto o nulo analizaré los “consejos” y determinaré cuales son factibles y me permiten mejorar el diseño y cuáles no son factibles porque su implementación atentan contra la esencia ganadora del diseño y por ende pone en riesgo el resultado de la pregunta inicial. Es muy importante entender que no todos los “consejos” se pueden aplicar y mantener la esencia que ya es ganadora.
El otro 50%, el de la pasión y el cerebro derecho, es precisamente la del enamoramiento y ese, definitivamente debe ser colectivo. Por supuesto a mayor margen de certidumbre mayor posibilidad de enamorarse, pero eso no quiere decir nada, enamorarse por haber ganado en el estudio es como amar por dinero. Un margen grande, me puede dar el peligro de sentirme confiado y el abandono de la pasión. Un margen justo, me da la certidumbre del logro y me mantiene en la ambición del éxito para lograr lo extraordinario. No podemos romper esquemas y lograr lo imposible desde el terreno de lo racional. Eso solo se logra desde la pasión y el enamoramiento y entre más gente en la empresa logres enamorar, más factible será lograr el éxito rotundo e imposible. Si los números no dan, no convencen, pero creemos en lo que hacemos, tendremos que enamorar a la cabeza inquieta.  Estar enamorados juntos y contagiar cada vez mas ese amor, es la única forma que tenemos para creer en algo que no podemos entender, que es el futuro y la incertidumbre y que a nuestro pesar, es justamente donde vive el éxito anhelado.

jueves, 19 de mayo de 2011

“Es tan malo ir demasiado lejos como no hacer lo suficiente. La virtud esta en el justo término medio entre el exceso y el defecto” Aristoteles

La virtud es una palabra que no me encuentro muy seguido. Tal vez en los medios de información cuando hablan de los virtuosos pianistas, tenores o toreros… de hecho, nunca he imaginado a un diseñador bajo el termino de la virtuosidad, normalmente el termino yo lo ubicaba más cerca del fenómeno que de la persona certera, hasta que leí en el libro de “La aventura del pensamiento” de Fernando Sabater, un fragmento sobre la virtuosidad según Aristóteles y desde entonces, la frase la aplico en muchas situaciones que requieren la virtud del equilibrio.
La vida es un constante ejercicio de evaluación de personas, días, rutas, sabores, rastrillos, pasiones, sensaciones, transparencias, olores, amistades, cinturas y miles de cosas más que terminan por definir si nos va bien o nos va mal.  El diseño por su cuenta, más que la excepción al juicio y la evaluación, es el ejemplo. Somos una profesión sometida a la evaluación y al juicio constante, y es el resultado de este juicio, el que al final de cuentas determina si tenemos un diseño bueno o malo. La subjetividad es el otro factor característico del diseño. Si bien la función, el uso y la manufactura pueden ser hasta cierto punto evaluados, no lo es así el aspecto de la estética o la forma. Este aspecto siempre tendrá un término subjetivo ya sea desde la concepción del diseñador o de la apreciación del cliente, o sea subjetividad al cuadrado.
Hacer lo correcto cuando hablamos del diseño basado en la expresión personal, como ya lo he mencionado con anterioridad, no es tan complejo. A fin de cuentas, depende de mi apreciación y de mi subjetividad. Sin embrago, como lo he comentado en otros “posts”, es el tema del cliente el más delicado. Podemos suponer que el cliente nos contrata para hacer “algo diferente”, y si no lo hacemos y entregamos un diseño “convencional”, se desilusiona. Pero si hacemos algo que va  mucho “más allá” se asusta. Entonces el reto es hacer más que lo suficiente pero sin irse demasiado lejos, y la pregunta es, ¿Qué tanto es mas allá? O ¿Cuánto es más que lo suficiente? sobre todo porque muchas veces, por no decir la mayoría, ni el mismo cliente lo sabe. El conoce lo que tiene, lo que funciona y raramente sabe que tan más allá está dispuesto a ir, porque siempre habrá un miedo contándole historias raras sobre la posibilidad de equivocarse.
El primer punto importante, es que ese “más allá” esta en el lado derecho del cerebro, el de la pasión y el sueño y no en el izquierdo y racional. Una primera condición para exceder los límites, es tener al corazón y a la pasión como tus aliados y para aliarlos son necesarias las historias. El corazón ama las historias, así, como de telenovela. El corazón, siente, oye, imagina, es cursi y le encanta oír historias y para eso somos buenos los diseñadores, con esto de la “conceptualización” sabemos imaginar historias, solo queda contarlas correctamente, pero ese sería otro “post”. Normalmente las historias que más gustan a los corazones son aquellas que los incluyen, que los proyectan y que les permiten ver un yo mejor y diferente. Hay que contar la historia conectando al objeto con una imagen mejorada del cliente y por supuesto de su corazón. Y no tiene que ser solo en el aspecto económico, también en el ser mejor, ser diferente, ser innovador, trascendente, culto, querido, observado,  … eso también funciona. Si bien la historia despierta al corazón del cliente con un futuro diferente y mejor, el cerebro izquierdo, el de la razón no se distrae. El está pendiente cuidando, viendo al otro soñar y esperando el menor pretexto para despertarlo de su fantasía.  Es aquí donde viene la estrategia del la virtuosidad.
Aristóteles dice: “es tan malo ir demasiado lejos como no hacer lo suficiente” y luego dice, “la virtuosidad está en el justo medio entre el exceso y el defecto”. Yo interpreto el “no hacer lo suficiente” como el “hacer lo que el cliente espera que hagas” y el “ir demasiado lejos” como el hacer lo que nunca en su vida podría imaginarse. Es común dentro del proceso de diseño presentar varias propuestas. Unos dicen que solo una, otros que dos y otros las mas que se pueda. Yo, depende mucho del cliente y la situación, pero después de contar la historia, por lo general presento tres y estas se estructuran de la siguiente manera:
1.-La propuesta “suficiente”.
Es por lo general la propuesta de lo que el cliente espera, la que es “suficiente” para él. Esta es la propuesta tradicional o prudente que lo atiende y no lo incomoda. Es la propuesta que haría  cualquier diseñador normal, responsable y en su sano juicio. Esta propuesta justifica la historia contada y el cliente reacciona a ella de la misma manera que un niño encuentra un juguete después de haber soñado con las imágenes de la caja. Hay novedad, pero con cierta desilusión fundada básicamente en las expectativas que la historia le genero. Con esta propuesta, tu cliente está satisfecho y digamos que contento, pero no emocionado.
2.- La propuesta “virtuosa”.
Esta es la propuesta que lo lleva más allá de lo normal atendiendo el sueño engendrado por la historia pero que le implica un cierto nivel de reto e incertidumbre que es capaz de sortear con la emoción de su cerebro izquierdo y la prudencia de su cerebro derecho. Es la propuesta justa, la que va mas allá de lo suficiente y más acá de lo exagerado, es el equilibrio entre la ausencia y el defecto, es la innovación que cuando la ven se dice, “como es que nadie había pensado en esto si se ve tan lógico”.
3.-  La propuesta “más allá”.
Esta propuesta es una propuesta in imaginable para él y aunque bien fundada, hasta cierto punto absurda. Es la propuesta de la sonrisa sarcástica que empuja un “ahora si te la jalaste” combinando el comentario con miradas en busca de cómplices que le ayuden a reiterar su juicio construido por un eminente miedo a ser demasiado diferente y caer en el rechazo. Esta propuesta es la que te justifica como un loco, juicio del cual hasta cierto punto te enorgulleces por tener la capacidad de concebir y presentar semejante idea y además porque es sabido que decirle a un diseñador que está loco es hasta cierto punto un halago.
Una vez concebidas las tres propuestas, la estrategia es así:
Primero se muestra la propuesta “suficiente”. Esta, desilusiona al corazón, emocionado por la historia, pero tranquiliza a la razón. Vamos, es aparentemente la propuesta correcta que le permitirá seguir funcionando y ganando, pero lo que hace realmente, es dar un piso de seguridad. El cliente al verla sabe que su problema está resuelto y que su dinero fue aprovechado, el está tranquilo y su mente puede poner atención a lo que sigue. Viene entonces la propuesta “virtuosa” la cual despierta más al corazón y lo hace volar, pero la razón no está convencida porque la propuesta suficiente es justa y segura. El ve el valor de la propuesta pero se debate entre el riesgo de ser diferente y la seguridad de un resultado garantizado. En esta etapa el cliente entra en un ligero conflicto, quiere pero no sabe  y es aquí donde entra en discusión con el resto del equipo hasta que los interrumpes para decir, “señores, no hemos terminado”. Sacas la propuesta “más allá” y explicas la idea, solo así, de lo más normal. Entonces sueño y razón se paralizan. Todo el mundo calla y hay un silencio sepulcral. Es algo que asusta, es ilogico. Surgen preguntas y tú, sustentas tu propuesta como de lo más normal. Puede ser que en este punto surja risa, sarcasmo o burla, el caso es que la propuesta abre una perspectiva no imaginada de posibilidades absurdas.
Lo que en mi experiencia pasa es lo siguiente: La propuesta uno, da la seguridad, la propuesta dos expande las posibilidades y la propuesta tres, eleva el estándar de comparación, evaluación y juicio. El cliente  al ver el nivel al que se podría llevar la solución en la propuesta tres, se retrae y encuentra, después de la propuesta tres, mayor seguridad en lo que antes le daba miedo. Vuele a la propuesta dos, “la virtuosa” para ahora hacer ceder la razón para pactar con el corazón. El miedo toma un nivel aceptable y la ambición cobra una escala coherente. La propuesta “virtuosa” es la seleccionada, dejando a la “suficiente” tan solo como la razón de la transición y la seguridad y a la “más allá” como el elemento de comparación para sentirse más seguro.

martes, 10 de mayo de 2011

“Tan fácil es extraviarse aceptando lo innecesario y negando lo posible como negando lo necesario y anhelando lo imposible” Seneca.

¿Y ahora, qué hago? Es una pregunta que me ha abordado desde aquella primera visita como estudiante de diseño a las oficinas corporativas de Osram en 1989 cuando les vendí una serie de servicios de diseño que en realidad, nunca había hecho profesionalmente. También recuerdo haber tenido el mismo sentimiento al final de la entrevista con la Dr. Irma de La Torre, rectora del ITESM Campus Querétaro, cuando le ofrecí que, si me contrataba, en menos de cinco años seriamos reconocidos como una de las mejores escuelas de diseño de en México. Recuerdo también en repetidas ocasiones haber regresado a La jabonera, mi estudio de diseño, con presupuesto firmado, “brief” de diseño lleno y anticipo de proyecto, sin saber realmente que es lo que acababa de vender.
La paradoja del logro se le llama. Y consiste precisamente en romper el círculo vicioso entre la experiencia y la oportunidad; “no me contratan porque no tengo experiencia y no tengo experiencia porque no me contratan”. Y si bien se cree que se da solo a la salida de la escuela, yo me la he topado cada vez que quiero avanzar a una nueva plataforma o a un nuevo puesto en mi carrera profesional. Romper esta paradoja requiere de mucha sutileza pues se construyen verdades, que tal vez  no lo son, pero tampoco son mentiras. Se dice yo puedo sin decirlo realmente y se construyen imágenes en base a supuestos que tu sabes que lo son, y tu cliente o empleador, no tanto. En fin, esa es la naturaleza del crecimiento profesional y en nuestra peculiar perspectiva de diseñadores, cobra relevante importancia en primera, porque normalmente vendemos cosas que no existen y en segunda somos soñadores profesionales.
Es el sutil equilibrio entre la realidad y el deseo, lo que quiero interpretar en la frase de Seneca que expongo en este “post”. Por un lado están las oportunidades que te llegan ante la necesidad de trabajar, ya sea desde la perspectiva económica o simplemente por atención y cumplimiento al modelo social que espera sin más ni más, que trabajes. Y por el otro lado está eso que uno desea, que ha estado soñando hacer y que tristemente no se alinea, en la mayoría de las circunstancias, con las oportunidades que te llegan. Este aparente desequilibrio entre lo que me llega y lo que deseo es, al igual que la paradoja del logro, una circunstancia que aparentemente se va encontrando en el resto de la vida profesional.
Cuando Seneca dice, “aceptando lo innecesario y negando lo posible” estamos en la paradoja de tomar esa oportunidad que me llego y que no me satisface y el argumento de; “lo tengo que tomar porque es la única oportunidad que tengo y además, está muy difícil que llegue a poder hacer lo que deseo”, y es así como entramos a un mundo que aparentemente no era lo que de una primera instancia se deseaba. La segunda parte, “negando lo necesario y anhelando lo imposible” es el rechazo de una oportunidad porque “no es lo que quieres” y al seleccionarla estará limitando o alejando las probabilidades de que llegue ese sueño que parece imposible de cumplir. En ambos casos, como Seneca lo dice, quedamos extraviados en la resignación de no haber podido “hacer lo que quisimos”, “ejercer nuestra profesión” o  “cumplir nuestros sueños”.
Pero la frase de Seneca tiene sus trampas, y la manera en la que yo la expongo también. La verdad es que yo a veces caigo en ella (la trampa)  y en mis años de académico vi como muchos colegas y estudiantes en el momento de la graduación, también caían en ella. La trampa se genera por las atribuciones que damos a la realidad (próximo post) y estas atribuciones, al ser cambiadas, cambian la realidad. En los siguientes puntos enumero las atribuciones que considero deben ser cambiadas para poder librar la paradoja de la circunstancia en la decisión de seguir nuestros sueños y aprovechar las oportunidades:
1.- Nunca dejes de hacer algo por esperar. Siempre espera haciendo.
2.- Una decisión, nunca es para toda la vida, aunque así se crea. Y más vale que lo sepas porque si no, el destino se encargará de hacértelo notar de una manera más dolorosa.
3.- Nunca juzgues lo que no conoces y cuando así lo hagas es porque algo estás temiendo. En realidad cualquier oportunidad puede ser tan interesante como tú la construyas. Es el miedo lo que muchas veces te hace rechazar.
4.-Tu capacidad de soñar e imaginar no se verá mermada por el trabajo que hagas, para eso está la noche, “para soñar”.
5.- Cambia siempre que puedas las “o” por las “y” y eso te permitirá vivir la oportunidad al tiempo que se cimenta el sueño.
6.- Lo grave no es extraviarse, lo grave es no tener la disposición para extraviarse. No hay nuevos caminos si no hay disposición para el extravío.
Y si con todo y todo te crees extraviado porque no ves los caminos, es probable que sea porque eres tu el que los está construyendo, así que no pierdas de vista el objetivo y un día te sorprenderás cuando al mirar atrás descubras que hay más gente siguiendo tu camino y que tu sueño, está muy cerca. Si no te gusta el sueño encontrado, déjalo pasar y ve por el que sigue.
Para terminar yo diría que la frase de Seneca quedaría perfecta y sin trampas diciendo:
“Hay que estar dispuesto a extraviarse aceptando lo necesario y anhelando lo imposible”

Post con especial dedicación a los que fueron mis alumnos y que se graduán la próxima semana. ¡Suerte!

miércoles, 4 de mayo de 2011

“El hombre se realiza en y por su creación” Nietzsche

Puede ser una niña dibujando, un adolescente “rockeando” en pleno requinto, una mujer cocinando, un hombre esculpiendo o un anciano encendiendo el carbón para unos “rib-eyes”… el caso es que todos ellos pueden recibir al final del acto, la satisfacción de su creación. Este sentimiento es el sentimiento del flujo, que Mihaly Csikszentmihalyi definió en su libro, “Fluir, una psicología para la felicidad” y que yo encontré fascinante porque me permitió aclarar la razón de mi búsqueda constante de retos.
El flujo es ese andar como un equilibrista sobre la cuerda llamada vida en la que de un lado se encuentra el tedio y del otro la frustración. La diferencia de caer a un lado o al otro, radica en el tamaño del reto al que nos enfrentamos. Si el reto es inferior o similar a nuestra habilidad, estaremos cayendo en el tedio y en lo aburrido, y si es superior, fluiremos dominándolo o caeremos en frustración al no lograrlo en una primera instancia. Mihaly (no pienso estar escribiendo el apellido cada vez que lo cite) establece dos categorías para los retos: el autotélico, que es el reto que surge bajo la imposición personal de crear algo que nadie te está solicitando, por la mera inquietud o intención de concebir algo y, el exotélico, el cual es el reto cuya meta es establecida desde el exterior. Estar dotado de la capacidad autotélica es una fortuna, pues nos permite vivir en flujo y dado que el fluir es crecimiento, pues uno crece constantemente. El ejemplo de la persona autotelica es el emprendedor o artista y un diseñador consultor, que diseña para otros es un perfil exotelico pues el reto es asignado por el cliente. La parte interesante de esto, sin importar si el reto es auto o exotélico, es que al fluir sentimos por un momento la maravillosa sensación de realizarnos desde el punto de vista de nuestra existencia y por ende, eso creado que nos hizo sentir tan bien, no puede ser más que algo bueno por la simple y sencilla razón que nos hizo sentirnos felices.
Una distinción es aquello que nos permite distinguir y por ende, ver algo que antes no veíamos. La distinción del Flujo que entrego en este post es importante porque nos permite separar esa sensación de felicidad, que nuestro cliente no vivió y por ende no comprende, del resultado estricto de nuestro trabajo. Frecuentemente cuando llegamos con eso que nos trajo tanta felicidad y después de tanto esfuerzo, lo mínimo que esperamos es ser reconocidos bajo el juicio de “es correcto” y cuando no sucede así, hay desilusión y enojo. Sentirse bien por haber disfrutado la creación es disfrutable pero, no tiene ninguna relación con haber hecho algo correcto o que sea bueno para nuestro cliente. Aunque habrá muchos casos en que coincida felicidad y certeza, habrá otros que no, y es entonces cuando hay que aplicar el postulado de Hegel de “nos hace avanzar lo que nos desmiente”, que esta al principio de este Bolg. Hay que separar la experiencia vivida del resultado obtenido y desde ahí  escuchar con atención “el desmentir” que nos hará encontrar simultáneamente lo que el cliente “amará porque le hace falta” y lo que nos realizará por haber sido una creación extraordinaria que logramos al superar un reto visiblemente superior a nuestra habilidad existente. En teoría, al lograrlo nuestra habilidad aumenta y es entonces necesario buscar nuevos retos que nos metan en flujo de nuevo.
Para mí, lo confieso, el flujo es una adicción.

domingo, 1 de mayo de 2011

“Todo el mundo ama lo que le hace falta” Schopenhauer.

El diseño a los diseñadores nos da algo. Pocos conozco que hayan estudiado diseño porque de eso se pudiera vivir. Normalmente, en la investigación del “de que se trata esto” los que buscan canales de expresión son los que se quedan y los que buscan empleo migran rápidamente a profesiones que prometan mayores grados de certeza. El caso es que los que nos quedamos, nos quedamos porque encontramos medios de expresar, investigar, inventar, ayudar y sobre todo soñar, y es así como nos subimos al barco para navegar lidiando con aguas apacibles, atardeceres, riscos, lloviznas, tormentas y huracanes, saliendo siempre ya sea del atardecer o de la tormenta satisfechos, con nuevos aprendizajes y si nos ponemos vivos, con algo de pesca que nos permita vivir de la aventura. El diseño es rico por eso, de hecho, es por eso que la palabra no es solo de nosotros los diseñadores. La gente diseña platillos, hojas excell, estrategias de negocios, discursos políticos, argumentos legales, formulas médicas, circuitos integrados, declaraciones de amor y sistemas de enfriamiento. El diseño es compadre de la composición, la definición, el desarrollo, la escritura y la toma fotográfica.
El punto es que nosotros sabemos, teniéndolo claro o no, que el diseño nos gusta por algo. Y asumimos que eso por lo que nos gusta, es por lo que debe de gustar a los demás y si lo que nos hace falta a nosotros es expresarnos, ser reconocidos o aportar algo a nuestra cultura desde una perspectiva diferente, eso no quiere decir en ningún momento, que vaya a causar el mismo efecto en el observador o cliente. Volviendo al tema de la acción de diseñar, esa de la que hable en un “post” pasado y que consiste en visualizar una franja lineal que inicia en un extremo en vecindad con el arte y en el otro en vecindad con la técnica y el negocio, pienso que expresar y proponer no es tan grave del lado del arte, porque esos que se acercan buscando lo que les hace falta desde ahí, ya están capacitados o de cierta manera esperando recibir esa clase de mensaje. Pero en el otro extremo, ese del negocio y la técnica, es diferente. Esos no buscan ni les importa lo que nosotros buscamos ni lo que queremos decir.
El diseño es como un brillante tallado que se compone de una multitud de lados y cada lado hace una interpretación diferente a la luz que lo penetra. Ya sea desde la belleza, la usabilidad, la función, la repercusión ambiental, la cultura, la sociedad, la manufactura, los costos, la innovación, las leyes, la sociedad, la naturaleza… todo tiene una repercusión en el diseño que hacemos y cada una de esos lados, hace más o menos sentido a las personas involucradas. Ya sean mercadologos, ingenieros, contadores, administradores, CEO´s, asistentes, estudiantes o inversionistas, es sumamente importante escuchar que es lo que a cada uno le hace falta, y la razón por la cual se acerca a ti para resolver su vacío por medio de tu capacidad para diseñar. No te dejes ir solo por el impulso que te dicta tu vacio, escucha antes para que después tú seas escuchado y entonces, cuando descubras que es lo que les hace falta y logres resolverlo en base a diseño, es cuando descubrirás que todos pueden amar el diseño cuando el diseño puede ser eso que les hace falta.