sábado, 17 de diciembre de 2011

Para lo que mas nos significa, el lenguaje de la palabra nos resulta insuficiente. Heidegger.

Este post lo presumo corto porque su naturaleza así lo pide. El lenguaje de lo inefable le llama Heidegger a todo aquello que para su descripción o explicación el uso de la palabra siempre queda corto. El concepto es tan complejo de describir por este medio que su mera dificultad para explicarlo aquí, lo clarifica. El amor por ejemplo, puede tener diferente significado de acuerdo a la circunstancia que se viva y a la intención de la conciencia que lo reclama, siendo este al igual belleza, que ética, que celos, que alma, que ambición, que espiritualidad, que erotismo. En diseño pasa lo mismo aunque éste no se queda en lo abstracto como el amor. El diseño es un proceso que va moviendo a su misma definición de lo abstracto a lo concreto y de esto he hablado mucho en este blog. Pero de lo que no he hablado es precisamente de eso que hace al diseño tan peculiar con respecto a las otras disciplinas y eso es, la aportación de la persona que lo diseña y con esto quiero decir que no hay una sola solución para un problema sino el número de soluciones como de diseñadores haya. Y esta parte que lo hace tan peculiar, es inefable, porque está en cada quien. Con esto digo que, si bien he puesto aquí cosas para mí de mucha importancia, lo que en el diseño verdaderamente importa, es todo aquello que quedo fuera de este blog precisamente por que no lo puedo definir.

domingo, 27 de noviembre de 2011

La trascendencia se nos presenta como un salto al vacío donde el camino del poder y por ende de la creación es el camino del riesgo, de la vida como apuesta. Nietzsche

En las pasadas semanas he tenido la fortuna de haber podido hablar frente a muchas personas en tres eventos diferentes. El primero, una plática sobre creatividad e innovación a diversas disciplinas, el segundo el decimo aniversario de lo que fue “mi” escuela de diseño y el tercero en la Ciudad de Guadalajara el pasado 25 de noviembre a diseñadores que temen tener un titulo de ingeniería en vez de la acostumbrada licenciatura. Hace ya varios años que entendí que pararse a hablar de lo que uno hace no deja tanto como cuando uno se enfoca en transmitir conocimiento para tratar de motivar a la audiencia considerando su peculiar circunstancia y por eso siempre que hablo en público trato de entender el contexto de la gente que me escuchará para poder decir cosas que hagan sentido. Es como escucharles primero para promover su escucha y debo de decir que hablar del “salto al vacío” es un tema que motiva a cualquier audiencia no solo porque abre perspectivas de ambición y “poder hacer” sino porque les hace recordar que cuando lo han hecho ha sido muy divertido. Con esta frase Nietzsche no descubre algo sino que hace evidente lo que es evidente pero que por alguna razón se nos ha olvidado. La llegada al mundo es un salto al vacío y el inicio de nuestro trascender y el shock debe de ser tan impresionante que lo primero que hacemos al llegar es llorar y si no lloramos, nos dan una nalgada para que quede clara nuestra nueva realidad. Saltamos de la nada a la nada para pasar cada día con la creencia de que hay algo y varias décadas después, si somos afortunados, terminamos la vida volviéndonos nada. Dormir es también pegar un salto al vacío y es como comenta Pablo Fernandez, entregarnos a la humanidad durante un tiempo en el que “dejamos de encargarnos del mundo”. Cada exhalación saltamos con la esperanza de que la aspiración vuelva y nos hemos inventado que amar es el salto que garantiza la existencia humana. Saltar al vacío significa entrarle de lleno a la incertidumbre tratando de convencer a la conciencia de que hay un destino aunque no lo haya, pero la mente no se deja engañar como la conciencia y es mucho más fácil engañar a la mente haciéndole creer que no hay vacío y que la vida es un caminar hacia lo seguro y lo controlado. Para lograr esto hemos ido estructurando nuestra vida alrededor de descubrimientos e inventos como, las llaves, las ondas de radio, los focos de los semáforos, las pilas, los barandales, los grifos de agua, las puertas, las llantas de refacción y el gas entubado en un primer nivel y las actas y los notarios, las escuelas y sus títulos profesionales, los seguros,  los contratos de trabajo y las criptas en un segundo nivel. Todo eso al encender, prender, cerrar, reponer, detener, declarar, recordar, proteger, garantizar o avalar, nos está haciendo creer que sabemos lo que va a pasar, y lo creemos porque en efecto sí pasa, y es lo mágico del asunto, y pasa porque esta estudiado, repetido y probado, pero sobre todo porque todos en nuestra tribu lo creemos hasta que alguien, empezando por la naturaleza, rompe la armonía al romper un tubo, violar una chapa, tronar un cable, pasarse un alto, no pagar el boleto, reprobar un examen o no comprar llantas, viniendo entonces lo que llamamos accidentes o cosas inesperadas que nos hacen decir… “ay güey, que frágiles somos”. El conocimiento es también un conjunto de invenciones que nos dan la misma sensación de certidumbre que los objetos y los documentos antes mencionados. De hecho todos esos viene del conocimiento y es gracias a la repetición de esos modelos de conocimiento, de los que Descartes tiene mucha responsabilidad, que podemos sentir el control del futuro. De hecho, uno va a la escuela para aprender como repetir los modelos y así evitar decir el “ay gúey”, o en su defecto, concentrar en ese espacio  la mayor cantidad de fallas y penalizarlas muy bien para que uno “aprenda”. La cosa es que todo el mundo anda pensando que sabe que forma tiene el futuro y cuando ven un poco de riesgo se ponen nerviosos y tratan de evadirse. Sir Ken Robinson dice que “los seres humanos nos pasamos proyectando el pasado en el futuro” y eso se ve en la mayoría de las profesiones quienes replican los modelos del pasado para garantizar el futuro y podría decirse que en el diseño no es así. Si bien el proceso se replica, lo que se busca siempre es un futuro diferente y eso da mucho miedo. Lo que tiene el diseño y su proceso y que muchas veces no explicamos a los clientes es que al igual que el arte y la ciencia, se vale equivocarse e inclusive, se busca equivocarse lo más pronto posible y que es este proceso de equivocación o como se dice más elegante, de validación la que nos hace creer que sabemos la forma del futuro. Como diseñadores no podemos dar certidumbre al futuro y eso debemos de tenerlo muy claro, porque si no, estaríamos igual que los candados o los seguros médicos. Lo que si podemos hacer es acelerar los errores en espacios libres de penalización para encontrar pronto la solución correcta. Con esto se puede hacer entender a las demás disciplinas que si bien la incertidumbre angustia, no todo lo incierto es verdaderamente peligroso.

domingo, 20 de noviembre de 2011

La estructura básica de la frustración es la colisión de un deseo contra una realidad inquebrantable. Seneca

Seneca es muy claro en esta frase y aparentemente no se necesita mucha reflexión para entenderla, lo cual considero que es una especie de trampa pues si no le piensas y te quedas solo con la interpretación así de por encimita, en primera Seneca no sería filosofo y en segunda resultaría que la frase nos limitaría en lugar de expandir nuestras posibilidades. Por esta razón y para entrar más profundo en este blog dando un giro que nos permita ser más ambiciosos (en el sentido positivo de la palabra) en lugar de quedarnos resignados ante nuestra realidad, quisiera citar a otro filósofo (Wittgenstein) que dijo; “Lo que es pensable es posible”, lo que quiere decir que uno visualiza futuros que aunque parecieran ser realidades imposibles, siempre tienen algo de posible y es por eso que llegan a la mente dentro de un estuche de posibilidad que tiene forma de fantasía, sueño, deseo o visión, dependiendo si anda uno de romántico, cachondo o emprendedor. Por ejemplo no voy andar deseando viajar a otra galaxia o partir al mundo en dos,  como podría estar pensando en dar la vuelta al mundo o ganar un concurso o querer poner un restaurant en Playa del Carmen con Penélope Cruz, pues al contrario de los primeros, los segundos son en mayor o menor medida factibles hasta cierto punto y pueden ser catalogados como fantasías, sueños, deseos o visiones. Entonces a lo que me refiero es que las realidades inquebrantables de las que habla Seneca en realidad siempre tienen algo de real pero hay factores que las impiden y eso es lo que las vuelve inquebrantables. Entonces si sabemos que el deseo en cierto punto es posible, es importante entender la naturaleza esos factores que hacen a la realidad inquebrantable y para esto quiero entrar en una distinción que aprendí en el libro de “La ontología del lenguaje” de Rafael Echeverría, a quien he citado en varias ocasiones y que habla de “los modos del habla” que, aunque son varios, yo me centraré en dos que considero importantes. Según el mismo Wittgenstein, nuestras realidades se pueden describir con palabras pero también se pueden construir con las mismas. Rafael Echeverría dice que el primer modo del habla es cuando la palabra es constituida por el mundo y eso me determina una realidad. O sea que la palabra describe una circunstancia que es un hecho y con esto decimos que es el mundo el que construye a la palabra y se le llama “Afirmación”. Por ejemplo la descripción de que sea de día o de noche, que tengamos cierta edad o que seamos hombres o mujeres son hechos de facto que describen nuestra realidad y circunstancia. La segunda forma del habla, es cuando la palabra construye al mundo y esta viene de personas que tienen cierta autoridad en nuestra realidad y que con sus palabras construyen o destruyen nuestras posibilidades. Por ejemplo si un día mi jefe dice “estas despedido”, estas dos simples palabras cambiarán mi vida. Hay muchas declaraciones que nos abren y cierran caminos, siendo las más simples el “Si” o el “No”. Las declaraciones son interesantes porque permiten modificar realidades. Por ejemplo pasar de “estar soltero” a “estar casado” o de estar “libre” a estar “preso” viene tan solo de un “acepto” o de un “culpable” y si quisiéramos regresar necesitaríamos que ciertas autoridades declararan “Se acabo” o “eres libre”. Regresando a Seneca, si entendemos que mi deseo es posible porque es pensable y que la “inquebrantabilidad” de la realidad puede ser detectada y modificada dependiendo si ésta se deriva de una afirmación o una declaración, ya tenemos la frase en cuestión mucho mas desmenuzada como para poder movernos a la ambición en vez de quedarnos en la resignación y con esto quiero decir que las realidades inquebrantables sí pueden quebrarse en algún punto y la frustración podría ser entonces superada.
Para ejemplificar y entrar en nuestro tema quiero tomar la realidad del diseño industrial en México, la cual en mis 20 años de diseño ha ido evolucionando, pero si preguntamos a cualquier diseñador, es un hecho que tenemos aún mucho por hacer.  Aunque el tema del diseño se ha ido esparciendo por el mundo latinoamericano, americano, asiático y hasta africano, poco ha faltado para que Europa o Italia en específico pelearan por hacer de él una especie de “denominación de origen”. Basta ponerle a cualquier objeto el atributo de “diseño italiano” para que adquiera otra dimensión y con esto basta decir la reacción de cualquier empresario cuando uno le dice “estudié diseño en Italia”. No quiero entrar en detalle si eso está bien o mal ni mucho menos desmeritar la educación del diseño en México (de la cual fui varios años protagonista) pero hablar de diseño en México a veces lo siento como si un japonés llegara a decirme que es un Mariachi profesional y repito, no es con intención de hacernos menos, solo quiero enfatizar una cuestión de historia y cultura en la que declarar “diseño italiano” o “diseño europeo” pareciera tener mucho más peso que decir “diseño mexicano”. Y podría decir que es culpa de los empresarios aceptar esas declaraciones como validas, pero la verdad es que somos nosotros los diseñadores los primeros en aceptarlas y dejarnos llevar por ellas. Así como hace 500 años los españoles nos conquistaban con espejitos, siento que actualmente nos siguen vendiendo el ideal del diseño con el mismo brillo y los espejitos ahora son grandes eventos como el “100% Design” de Londres o el “Salone Satellite” de la Feria del Mueble de Milán, que no digo que no sean extraordinarios, pero que si se toman como un “Benchmark” resulta bastante ambicioso y peligroso cuando se toma como sistema para replicar aquí. Si hago la suposición que muchos diseñadores soñamos o hemos soñado en poder pertenecer a esos sistemas, puedo suponer también que los sueños pueden ser de dos tipos; el primero, poder vivir allá y formar parte de ese circo y el segundo, poder vivir y ejercer aquí con un circo parecido. El ejemplo primero, podría ser más sencillo pues consiste en encontrar la forma de mover el cuerpecito para Europa y ahí ponerse a romper juicios y declaraciones para poder pertenecer al circo y tal vez la realidad a quebrantar sea ser Mexicano, o no tener los contactos suficientes, o el dinero o el talento, pero en general es posible y he de decir que conozco varios ejemplos de diseñadores que lo han intentado, unos con éxito total, otros con más éxito declarado que real (o sea más ruido que nueces) y otros que han regresado sin haber podido quebrantar su realidad o se han desilusionado de los espejitos cuando los tuvieron en la mano y es por eso que ahora están en México quebrantando otras realidades. El segundo ejemplo, que consiste en las ganas de poder replicar los modelos de exposición y manejo del diseño europeo en México lo encontramos en varios lanzamientos de productos y en la organización de eventos y exposiciones que emulan los modelos europeos pero a escala. De este tipo afortunadamente tenemos cada vez más y su éxito es muy bueno si consideramos la perspectiva de la forma pero no tan buenos si consideramos la perspectiva del fondo pues difícilmente cumplen con las expectativas o estándares económicos con las que cuentan dichos eventos en Europa. Nuestra realidad inquebrantable mexicana tiene hoy muchas afirmaciones que analizar, la más importante (dejando política, educación y seguridad afuera) el hecho de que solo el 2% de la población gana más de 50,000 pesos, y el 50% de la población gana menos 10,000, habiendo cerca de un 20% que vive con menos de $3000 pesos mensuales. Podría también sacar un cálculo de cuantas personas de ese 2% o ese 50% tiene una cultura de diseño o cuantas patentes generamos al año o que tan competentes somos en nuevas tecnologías o que tanto ven las empresas al diseño como una posibilidad mejor que la maquila y así para seguir haciendo la realidad todavía más inquebrantable pero no es la intención de este post ni la solución del problema. Nuestra colisión con la realidad no está en estos números sino en el “Benchmark” o el parámetro de comparación que estamos tomando y que nos ha llevado a hacer un mundo de diseño aislado donde los concursos de diseño solo los vemos los diseñadores y a las exposiciones solo invitamos diseñadores con productos que publican revistas de diseño y que también las compramos los diseñadores para ver que salimos en ellas y saber que nos vieron los demás diseñadores aunque no hayamos vendido uno solo de esos productos o peor, lo vendamos sin ganar nada. Quiero dejar el post hasta aquí para no caer en la trampa de dar soluciones aparentemente obvias a los problemas o ponerme a hacer crítica de lo existente y quiero aclarar que si llego a criticar algo es porque lo he hecho, vivido y creído, lo que viene a ser entonces una crítica a mí mismo. En México estamos haciendo un buen trabajo para quebrantar realidades, pero estoy seguro que si analizamos las afirmaciones de una manera que podamos sacar provecho de ellas, tomamos los parámetros más como informativos que como referentes e involucramos a las personas que tienen autoridad a nuestro alrededor para concebir estrategias más adecuadas que nos permitan modificar nuestras circunstancia, más pronto que temprano estaremos viendo mas diseñadores postrados en la ambición de tener un país mejor y menos frustrados por no lograr emular y lograr obtener fruto de modelos que no tienen referencia con nuestra realidad.

domingo, 13 de noviembre de 2011

El movimiento del pensamiento se genera por contradicciones, nos hace avanzar lo que nos desmiente. Por ende, todo avance se produce mediante el conflicto. Hegel

Llevo una par de semanas atorado con este post y el problema es que esta frase me gusta porque es la base de muchas cosas como el aprendizaje, el trabajo y en si la evolución del pensamiento como así lo comenta Hegel y al servir para tanto, pues no se qué cosa es específicamente la que quiero comunicar. En principio podría hablar de la contradicción y el conflicto, que de entrada son palabras de esas que uno no quiere pues ambas son familiares de los problemas y los problemas tampoco son de nuestras cosas preferidas y precisamente lo que dice la frase es que es gracias a esto que avanzamos aunque lo estemos sufriendo y si estuviéramos consientes que para avanzar hay que sufrir, pues igual y con suerte lo sufriríamos menos y no estaríamos con la expectativa eterna de querer la estabilidad en la vida.
También podría hacer referencia al tema del Diseño el cual lo relaciono con el hecho de que normalmente terminamos una propuesta partiendo de la base que lo que hicimos “está bien” y no que “podría estar mal” y esta diferencia es la que puede hacer que el “desmentir” o sea el que veamos que si “tiene problemas” se sufra en vez de agradecerse. Con esto quiero decir que si en vez de pararnos frente al profesor o al cliente a hablar maravillas de nuestro diseño tratando de ocultar su defecto nos paráramos a hablar de lo que el mismo diseño o prototipo nos hace ver como problemas o a escuchar los que otros ven como problemas así calladitos y no tratando de argumentar cada cosa que nos dicen sabiendo que gracias a eso que no estábamos viendo tendremos un producto mejor desarrollado (que es para lo que debe de servir un modelo o un prototipo cuando se presenta y no solo para presumirlo) ganaríamos mucha más confianza con los clientes y repito, sufriríamos menos.
Otra posibilidad sería ponerme a desmentir nuestra profesión diciendo que no, no somos esa maravilla que nos han hecho creer que somos el Sr. Tim Brown y su “design thinking” ni que todos los CEO quieren a un diseñador a su lado solo porque así nos lo dice Tom Peters en su libro Re-Imagina ya que estar junto esos señores no es una cuestión de creatividad sino de, perdón por la palabra, tener mucho huevos para asumir la responsabilidad de las decisiones que se tomen por nosotros y por ende de los millones de dólares que se podrían ganar o perder. Tanto Tim Brown como Tom Peters hablan de diseñadores que son geniales y saben de negocios y de esos no hay muchos porque la mayoría estamos pensando que el diseño es una cosa y el negocio otra y no tenemos ni la más remota idea de lo que es el mundo del dinero y si bien, con justa razón, descalificamos todo eso en pro del mismo diseño, del ser humano, la sustentabilidad y la justicia social, ya sea bajo la bandera del arte, la academia o la institución benéfica, es un hecho que el mundo con dinero se mueve y que gracias a eso, podemos comprar autos, tener Ipads, viajar a Australia, criar hijos, tener trabajos y disfrutar de excelentes vinos.

Para cerrar entonces quiero hacer énfasis que seamos o no diseñadores es necesario aceptar dos cosas para evolucionar a una nueva etapa de pensamiento: La primera, que no tenemos siempre la razón y por ende podemos estar equivocados y la segunda, que es precisamente cuando estamos frente a un problema (aparentemente) sin solución que estamos frente a la oportunidad de avanzar soportando el sufrimiento y si queremos verlo así podemos quedarnos donde estamos resignados ante la no posibilidad para echarle la culpa a quien se deje en vez de aceptar que llegamos al límite de nuestra misma incompetencia.

miércoles, 26 de octubre de 2011

“Los seres humanos son animales que enjuician” Nietzsche.

Se puede iniciar el día feliz o acongojado dependiendo si soñamos o tuvimos una pesadilla o puede ser que en lugar del sueño a uno le pregunten por el resultado del dormir con un ¿cómo amaneciste?, o ¿cómo dormiste?, cuando en su caso tenemos la fortuna o la desdicha de dormir bien o mal acompañados. El ¿cómo amaneciste? se corrobora con el espejo, que es la herramienta más fiel del juicio personal y que es como una ventana que te rebota. Las otras ventanas las que no rebotan y dejan irse a tu mirada también sirven para otros juicios que son independientes al de tener un buen o mal paisaje. A “la ventana” le preguntamos algo que debería de ser para “el día” cuando nos acercamos preguntando ¿Cómo va a estar el día?, ¿estará bonito o feo? Dependiendo si nos gusta lo frio o lo cálido, o lo despejado o lo nublado.  “El día”, independiente de “la ventana” también cargara con los juicios de “El futuro” que es el juicio temido por todos y que se construye en base a los  “días pesados” o “días complicados” que es cuando vienen y a “días malos” o “días buenos” que es cuando ya que pasaron. Después del juicio a nuestra persona y al día, viene la concepción de la combinación correcta de tu vestimenta y la cual debe de responder  a los juicios mencionados antes pero sumado a otros más sutiles o desglosados de la calidad del día, como son a quien verás y a donde iras, que por supuesto puede ser bueno o malo también ya que las personas que juzgas negativamente son como cuando comes comida en mal estado, “te caen mal”. Ni el trafico, ni el desayuno, ni la canción, ni el jefe, ni la planta, ni el café de máquina, ni el mail, ni el policía, ni el pavimento se salvan de nuestros juicios y jornada, día, semana, mes, año y décadas, se nos van en el proceso de definir lo que está bien y lo que está mal, lo que nos gusta y lo que no. Esta definición se da en una combinación de juicios chiquitos que hacen unos más grandes, que se suman a otros aún más grandes para concluir en suma si tuvimos una buena semana, un buen año, o una buena vida. Irónicamente no seremos nosotros los que haremos ese juicio final y de los que lo hagan y se queden para juzgar nuestra vida, que es lo que aparentemente importa, habrá quien nos califique de buenos y quien nos califique de malos y otros que ni les irán ni les vendrá.
Lo interesante de esto es que no hablamos de verdades. Nadie sabe si el frio es mejor que el calor, ni si insurgentes es mejor que revolución, o si los gatos mejor que los perros porque a fin de cuentas todo se basa en lo que cada uno quiere o cree que quiere para después defenderlo como “la verdad” y la verdad es que “la verdad” no existe, (lo que hace que esta frase en realidad no exista tampoco). Una cosa son los hechos y otra los juicios que emitimos de los hechos. El hecho es que hace 10°C de temperatura, y el que haga frio o calor depende del juicio de cada uno, de su piel, de su origen o de su ropa y el problema básico es que discutimos por defender si hace frio o no en lugar de observar el hecho y observarnos en él. Estamos más enfocados en defender la verdad y en tener la razón que en entender los problemas y eso es la raíz de la gran mayoría de los problemas. Rafael Echeverría en su libro La ontología del lenguaje dice; “El juicio es la razón de todo el sufrimiento humano” y es de este libro de donde saque los conceptos que a continuación comparto.

Contrario a profesiones como la ingeniería, la contabilidad o las finanzas, la profesión del diseño es una profesión totalmente sustentada en los juicios tanto del propio diseñador como de terceros, o sea los clientes. El aspecto que determina esta subjetividad es básicamente el manejo de la belleza como un atributo característico del diseño, sin embargo los otros atributos como la funcionalidad y la factibilidad de manufactura no son subjetivos, pero esta distinción muchas veces no se hace y por ende se perciben con la misma incertidumbre que la belleza. Primero es importante entender que los juicios viven dentro de las personas y no son cosas que andan afuera como lo son los metros, los kilos, las sumas y la calidad. Los juicios solo salen por las bocas y son tan solo una opinión  de quien los emite y depende del receptor si le da la autoridad para creerlo o no, y ese es el segundo punto importante. Yo decido sí valido el juicio que se emite o no, independientemente de la razón que tiene el emisor para generarlo. Cuando mostramos un diseño, nosotros esperamos que este sea juzgado con los estándares con que nosotros lo concebimos, este es el punto tres, y por ende esperamos que la gente reacciones como nosotros reaccionamos, por ejemplo, que sea único, original y contemporáneo. Pero de igual manera el que lo está observando, si es un ingeniero, estará pensando si se puede hacer o o si funciona correctamente. Un juicio viene del pasado y se proyecta hacia el futuro, por lo que si nosotros no compartimos todo el origen de la idea y no compartimos y escuchamos los pasados de nuestros receptores, es muy probable que la idea no sea juzgada correctamente. Si yo estoy mostrando mi proyecto en la fase inicial, digamos a nivel boceto y no especifico que estas fases son para entender la parte estética o de empatía y el receptor, digamos cliente administrador o ingeniero, toma sus juicios del pasado y aplica solo estándares de costos o factibilidad pues lo más probable es que diga, no me gusta tu diseño porque en realidad en lo que él está pensando es que en el futuro eso no se podrá hacer o no funcionara, lo que no tiene nada que ver con el hecho si le gusta o no. En resumen los juicios:

1.-Viven en las personas que los emiten, no son hechos ni realidades.
2.-Requieren de autoridad para ser validados, no a cualquiera le doy la autoridad para juzgarme.
3.-Requieren de estándar de comparación y de un contexto específico.
4.-Siempre vienen del pasado y se proyectan hacia un futuro.

En toda conversación de diseño relacionada con la subjetividad del juicio de la estética del objeto debemos de tener respeto sobre la percepción de cada receptor dotando al mismo del contexto adecuado de nuestra intención. El mal juicio de nuestro diseño, no es un juicio de nuestra persona. Desconecta esta relación e indaga sobre el futuro que tu diseño proyecta sobre los emisores y es en este temor donde encontraras las oportunidades de mejora. Eso siempre funciona mejor que solo decir, “este cuate no tiene idea de lo que es el diseño”.

domingo, 9 de octubre de 2011

En la vida, el secreto está en el ritmo #SERdiseñador

Estuve estos últimos días revisando toda mi historia en “tweets” para recopilar todos los #SERdisenador que mande desde que se me ocurrió ese “#tag” por ahí de principios del 2010 y me sucedió que varios de mis “tweets” ya no los entendí por no recordar el contexto específico en el que los puse y de esos, que ya no entendí hubo uno que llamo mi atención y que escribí por ahí de julio del año pasado, que es cuando renuncié al Tec y volví por unos meses a las filas del emprendimiento que en mi caso no era tanto pues a donde volví ya lo tenía bastante emprendido. El caso es que me encontré un “tweet” que decía, “En esta vida el secreto está en el ritmo”, que como comenté no sé porque lo puse, pero ahora me volvió a hacer mucho sentido porque estos últimos meses en los que he venido coordinando un equipo de diseño de quince personas y en donde cada proyecto tiene medio centenar de involucrados directos entre vicepresidentes, desarrolladores de productos, mercadologos, ingenieros de diseño, tecnología y manufactura personal de adquisiciones y gente de finanzas he necesitado generar un ritmo que permita al proceso de diseño tener un mejor fluir, ante el sinnúmero de  tropiezos que implica cubrir las expectativas de tanta gente.

Cuando hablamos de ritmo pareciera que uno se refiere a la música o el baile, o ya más entrados en gastos,  a la manera de concebir o no concebir hijos, pero en realidad el ritmo esta en todo lo que hacemos. El ritmo es esa coordinación que requiere la vida para fluir y no andar jaloneándose como cuando sacas “el clutch” antes de tiempo.  El ritmo existe cuando una cosa con otras más deben de interrelacionarse de una manera coordinada para que coexistan de mejor manera y juntas hagan una creación conjunta. La misma naturaleza tiene su ritmo; la luna con la tierra, la tierra con el sol y el sol con los demás planetas y gracias a ese ritmo tenemos años, días y lunas llenas cada 28 días y lo más maravilloso es que el universo lo hace sin pensarlo, pues la luna no se le ve preocupada por seguirle el paso a la tierra o a la tierra tratando de coordinarse con Mercurio o con Marte. Una simulación humana de los planetas y el sistema solar son los grandes bailes del renacimiento en los que las parejas, que seguramente habían aprendido a bailar desde chiquitos, llevaban un ritmo de una manera suavecita, intuitiva y coordinada rotando a su alrededor y girando alrededor de un centro. Lo bonito con estos bailes y que afortunadamente no sucede con los planetas es que en un momento dado, que nadie dice pero todos saben, se cambiaban de pareja, así, llevando el ritmo y compartiendo con diferentes personas la música y el movimiento en un todo que formaba un bello conjunto al ritmo de las cuerdas de los violines. En el diseño, lo que nos pasa es que los diseñadores hacemos nuestros bailes después de que los de mercadotecnia hicieron el suyo y los ingenieros esperan a que terminen de bailar los diseñadores para ponerse a bailar ellos y cuando unos van a las fiestas de los otros, es para armar la bronca o andarse burlando de cómo bailan y esto no debe de ser así, pues es precisamente por esta razón que no se nos quiere invitar a sus fiestas. El diseño requiere de un ritmo común, de una misma fiesta y esta debe de incluir clientes, mercadologos e ingenieros. Contrario a lo que enseñamos en las escuelas, el proceso de diseño no es un proceso lineal en el que en un momento dado se pasa la bolita de uno a otro. Diseñar es un baile renacentista en el que empiezas a bailar con todos desde que está naciendo la idea o la necesidad hasta que sale el producto a la venta. Diseñar bien es como bailar con ritmo, con armonía y con todos los de la fiesta.
Los asistentes al baile son diseñadores, clientes, gentes de mercadotecnia e ingenieros y cada grupo a su vez es como el representante de las partes básicas o factores del diseño por tener cada uno un interés claramente ligado con su disciplina. Por ejemplo, el diseñador estará muy atento a la parte estética o como la llamo yo, de generación de empatía, la cual es bastante subjetiva, está basada en juicios personales y consiste en lograr una conexión optima con un perfil especifico de consumidor al cual le definimos sus gustos de acuerdo a como vive y lo que compra. La persona de mercadotecnia por su parte estará atenta al segundo factor el cual tiene como objetivo cumplir o rebasar las expectativas de los consumidores en cuanto al uso y la función del objeto, esto para poder hacer los “claims” que tanto les gustan como “el auto más seguro de su clase” o “el cereal más rico en fibra” o “la computadora más veloz” o “el el agua embotellada mas natural de todas”. A este segundo factor yo le llamo la confiabilidad y su característica es que, contrario al primero, este siempre es o debiera ser fácilmente medible. La parte tres o tercer factor es el que preocupa a los ingenieros y es el de la tecnología, los procesos, la producción y los costos, al cual yo llamo la materialización y su característica es que debe de ser especificable y medible, o sea que no puedes decir solo que es de lamina, o de madera, o que está pintado. Tienes que decir es de lamina de acero inoxidable calibre 20 tipo 390 acabado “Scotch brite” o es de tablero tipo MDF de ¾ de pulgada con acabado en laminado color “Yellowstone” de una sola cara, y es que si no lo pones así, pues los ingenieros se preocupan. Todos los factores representan una disciplina y todos están interconectados, y aunque cada uno tiene su momento, siempre que trabajas en resolver uno, debes de considerar la afectación que tienes en los otro dos y por ende la manera que la decisión que se toma inquieta a las demás personas. La priorización de cada factor y su interrelación con los otros dos, es lo que requiere un ritmo específico que como todo baile, tiene parte de estructura y parte de improvisación, esta ultima derivada de lo que se necesita y lo que surgió en ese momento.

El gran baile del diseño se lleva acabo así. Iniciamos los diseñadores bailando por conquistar a la empatía y a la belleza. Esta pareja es por supuesto lo que más nos gusta y queremos conquistarla, así que observamos, aprendemos, preguntamos, escuchamos e imaginamos. Trazamos, dibujamos, componemos y después de una vueltecita, nos cambiamos de pareja y bailamos con nuestra mamá, la mercadotecnia, que es quien siempre nos pide las cosas y le encanta andar presumiendo las cosas que hace su hijo en público mientras nos regaña en la casa. Le hablamos de la chica ésta con la que estaba hace un rato y le enseñamos los dibujos y los trazos y le modelamos una maquetita y le platicamos así, bonito y cantadito todo lo que nos imaginamos en el futuro con ella si estuviéramos juntos los tres. Le platicamos de sus atributos y todo los “claims” que podrá andar presumiéndole sus a sus amigas y luego, la dejamos hablar para ver que piensa y nos diga algo así como; “pues si se ve bonita, pero asegúrate de que eso qué me dices sea cierto y que en efecto se sepa comportar la chamaca, que venga de buena familia y que sea buena mujer en el hogar”, y le agradecemos, hacemos la caravana, y nos despedimos para luego bailar con los suegros y les sonreímos y les platicamos de nuestros planes con su hija y le platicamos del futuro y le proyectamos historias y le hablamos de procesos, de negocios, de costos y de esas cosas que dan certidumbre y les interesa oír a los suegros y ellos nos dice que sí, pero ponen también sus condiciones y luego volvemos con la muchacha y le preguntamos y le sugerimos y la condicionamos y la convencemos y así, ya mas formada la visto y la pinto y le tomo una foto y volvemos con nuestra mama a evaluar los cambios y con los suegros a plantear los logros y los escuchamos a todos de vuelta, que piensan, que les inquieta y ya avanzada la cosa, se las pongo bien bonita, en su contexto y toda la cosa y se las presento, así ya completita, para que la vean le den la vuelta, le pregunten y toda la cosa hasta poder, con la sugerencia y participación de ambos,  concretar el matrimonio el cual tendrá mayor posibilidad de éxito que si hubiera usado el proceso lineal en el que un día mi mama y los futuros suegros me ven bailando y seis meses después les llego con la invitación para que nos casemos mañana.
El ritmo en el diseño consiste en danzar con todas las partes, mostrando bondades y detectando conflictos y atendiendo inquietudes desde el principio. La música es la metodología que nos permite tener un ritmo con los involucrados. El nombre de la canción es los Di-Visores y pronto estaré compartiendo más información sobre esta canción que requiere mucha intuición y poco pensamiento.

sábado, 3 de septiembre de 2011

“El optimismo es una forma de la imprudencia” Pablo Fernandez Christlieb

Es probable que esto que voy a decir sea evidente para alguien, pero también puede ser que no, así que se los quiero decir para que se enteren o sino, para hacer una especie de confesión. Yo carezco de formación literaria y  por eso escribo a puro sentimiento e intuición, bueno, e influencia, y si algo me ha influido en este blog es precisamente el autor de esta frase de quien he tomado el estilo como parte de mi identidad de palabra y si deciden leerlo, a Pablo, cosa que recomiendo mucho, encontraran la evidente similitud en la estructura, con la muy debida proporción entre su experiencia, estudio y conocimiento y el mío. Pero lo que más disfruto de él y por ende trato emular, no sé si con éxito o no, es que Pablo escribe así, como que platicando con una copa de vino en la mano y sin prisa y aunque no lo conozco personalmente y nunca he platicado con él y mucho menos nos hemos tomado una copa de vino sin prisa,  puedo también decir que no solo me enseño según yo a escribir, sino que también a pensar y a reflexionar diferente, pues Pablo es capaz de convertir la trivialidad de lo cotidiano en una extraordinaria peculiaridad.
La frase que expongo en este “post” y que encontré en el último libro de Pablo titulado “Lo que se siente pensar” o “La cultura como psicología”, así viene con dos titulos, me llamo la atención por dos cosas; la primera es que en este ambiente de frustración derivado la caída de imperios, incendio de casinos y elecciones sin elección como que se siente un ambiente que pareciera fumigar cualquier intento de ver las cosas de una manera positiva y eso me hace pensar que no solo el optimista puede verse como un irresponsable sino más bien como un total estúpido e inadaptado social. La segunda cosa, que es lo que me gusta, es precisamente la relación del optimismo con el diseño, pues creo que no puede haber un buen diseñador que no sea un verdadero y autentico optimista.  Cuando se habla de diseñar, es evidente que hablamos de futuro ya que si se hablara de pasado, que a veces es así, pues se hablaría de “aprender a diseñar copiando”, que es la mejor de las formas y que hasta cierto punto es lo que yo hago para escribir, y si no estamos aprendiendo de lo que hablamos es de copiar, que ya no es tan bueno y es por eso que cuando esto pasa en lugar de venir así directa la copia, pues  viene disfrazada de homenaje o de influencia, dependiendo el caso, aunque también es verdad que nada viene así puro, todo  lo nuevo trae un poquito del pasado. El diseño o más bien el diseñador, contrario a replicar modelos existentes y certeros probados en el pasado, que es lo que hacen las licenciaturas e ingenierías, nos dedicamos a inventar nuevos modelos o a retar a los existentes y más ahora que el diseño ha empezado a invadir los ámbitos del negocio y del servicio. El hecho es que inventar nuevos modelos es hablar de futuro y al futuro, pues no cualquiera le entra, de hecho los que sí lo hacen y están muy seguros de lo que dicen, son los que ya caen en lo brujo, prestidigitador o algo si para lo que no se estudia y los que los escuchan pues lo hacen más para tener algo en que creer que realmente para tomar decisiones porque en el fondo saben que lo que se dice no tiene garantía pero como necesitan creer en algo, pues los llaman o los van a ver. Si lo pensamos bien pocos profesionales están tan seguros de lo que pasara en el futuro como los diseñadores y así vamos por la vida muy seguros que lo que diseñaremos en un futuro será extraordinario y eso creo que pasa porque básicamente somos personajes optimistas y sobraría decir que irresponsables porque me he cansado de repetirlo en los post pasados y tal vez lo que ahora me gusto es que descubrí que se oye mucho mejor decir que somos optimistas que decir que somos irresponsables pues por esto de los juicios resulta que las personas, los hombres de negocios y las empresas se sienten más confortables si llegamos a decirles “buenos días, soy diseñador y soy un tipo optimista“ que “Buen día, acaba de contratar usted a un irresponsable” y realmente el chiste de una manera o la otra, es que estamos convencidos de lo que hacemos o en su defecto de lo que quisiéramos hacer, porque solo un optimista podría pensar que este mundo necesita una silla mas o un perchero o una lámpara o una vaso o una canasta de mimbre o un arete o un biombo o un auto o un tenedor pues estrictamente hablando ya hay mucho de todo eso, que está bien diseñado es bello, funciona y cuesta poco y también, solo un optimista puede pensar que con diseño reduciremos el calentamiento global y salvaremos a los bosques y quitaremos el hambre y ayudaremos a los artesanos indígenas y reduciremos la sed, ya que basta ver la dinámica que trae este mundito y su modelo económico para darnos cuenta de la dimensión del problema y que solitos nos estamos llevando a la autodestrucción, porque hay que decir que además de tontos (los seres humanos) somos soberbios creyendo que estamos acabando con la tierra cuando con quien estamos acabando es con nosotros mismos, pero ese es otro tema. Con esto no quiero decir que los diseñadores seamos estúpidos sino al revés, se me hace genial que pese a lo aparentemente imposible sigamos entusiasmadísimos con nuestra “chamba”, que por cierto no es lo mismo que “trabajo”. El diseñador es básicamente un optimista porque tiene la capacidad de preocuparse, o más bien dicho pre-ocuparse, o sea de ocuparse de las cosas antes que sea necesario realmente ocuparse de ellas, o sea que podemos ver las cosas e imaginar el futuro y pensar porque funcionaría o no lo que imaginamos y esto es gracias a tres cosas, la primera, que nos atrevemos a pensar en cosas diferentes, la segunda, por el pensamiento de diseño, que es holístico y abductivo, que es un pensamiento no lineal, ni centrado, ni deductivo, ni inductivo y la tercera por el proceso de diseño, que nos permite una validación constante de las propuestas y por ende una minimización del error en los proceso creativos y es precisamente esta la razón por la cual están siendo estos, el proceso y el pensamiento de diseño, tan usados y ampliamente recomendados por el distinguido señor Tom Peters. La otra razón por la que creo que somos optimistas es porque este pensamiento y este proceso nos dan la extraordinaria capacidad de creer que las cosas van a salir bien en vez de creer que las cosas van a salir mal y cuando hablo de creer me refiero al creer difícil que es el del futuro, porque le creer del pasado es fácil, pues solo se trata de buscar las evidencias, preguntar y ya, quedo asegurada o desechada la creencia.
En resumen, los diseñadores somos optimistas porque somos pre-ocupones o pre-ocupados y porque  somos creyentes de que lo que haremos será bueno la empresa, la institución o el usuario y porque no, hasta para el mundo pues me han dicho que nos quedan cinco mil millones de años antes de que el sol se apague y en ese tiempo, seguro algo se nos ocurrirá hacer con diseño y ya para terminar, si quieres leer a Pablo te recomiendo leer antes “la velocidad de las bicicletas” o “la forma de los miércoles”, te aseguro que los disfrutaras porque el tipo, algo debe tener de optimista.

domingo, 21 de agosto de 2011

Diseñar es tan divertido que se nos hace presuntuoso además querer cobrar por él. #SERdiseñador

Recuerdo en mis inicios profesionales esa sensación de incomodidad que provocaba tener que tocar el tema del dinero y también recuerdo que si podía evitarlo o posponerlo era mejor. Creo que inconscientemente pensaba que al terminar de diseñar el resultado sería tan obvio, que se me pagaría lo justo, sin tener realmente claro, que era exactamente lo justo. Era como pretender que mi cliente asumiera la responsabilidad al ser para mi tan evidente el valor de mi trabajo.  Sobra describir a detalle la cantidad de veces que me frustre y la cantidad de problemas que eso me trajo y si tu, que lees este “post” eres un diseñador o artista con experiencia, seguro sabes a que me refiero y si no, seguro lo estás viviendo o lo vivirás, el caso es que ponerse a trabajar sin anticipos y sin presupuestos, o terminar  y no cobrar nunca porque ya no se toco el tema, fue algo cotidiano en mis inicios en el campo del diseño. Años después ya como académico asesorando a mis primeros alumnos emprendedores o como consultor subcontratando diseñadores jóvenes, me volví a encontrar de manera repetida y constante con la misma actitud, pero ahora vivida desde el otro lado y viéndome clarito reflejado de joven cuando al decirles, “pero cuanto vas a cobrar”, “cuanto quieres ganar” o “cuanto necesitas de anticipo” veía como mis palabras eran evadidas para perderse en el vacío ante la vaga y sutil respuesta de “déjalo, luego lo vemos, yo lo empiezo y ya después lo platicamos” o “no importa, luego vemos, yo no hago esto por dinero” . Y ese después nunca llegaba pero claro, la incomodidad y la frustración, sí. No puedo hablar de estadísticas, pero desde mi experiencia podría decir que tal vez uno de cada treinta se salva de dicha actitud, pocos la superamos y muchos se quedan atrapados en ella durante todo su ejercicio profesional, y es que el tema del dinero y el artista o el dinero y el diseñador pareciera tener la misma relación que tienen el sexo y la religión, el tema espina.
Hoy desde la experiencia y analizando más la situación, veo dos cuestiones importantes que me hacen entender porque nos hace sentir mal tocar el tema del dinero, porque no es precisamente no querer ganarlo, es como una cuestión de integridad o algo así y, sean o no la verdad mis reflexiones, a mí me hacen sentido y me han ayudado y eso es lo que importa. La primera cuestión, que va conectada con el tema de la educación y la historia, es el tema del significado o connotación del trabajo y es un tema también relacionado con modelos mentales. Desde niños estamos sometidos a una cantidad de juicios sobre lo que es el trabajo; “hay que trabajar para ganarse la vida”, “me parto el lomo trabajando todo el día”, “Fulanito se sacrifico trabajando para llegar a ser quien es” y “ahora te mantengo porque eres niño y tienes que jugar y aprender, pero de grande tendrás que trabajar para sobrevivir”. Y así, el caso es que ya sea por haber visto al papa de Mafalda regresar a casa hecho una piltrafa y a Guille diciendo “le mandamos todos los días un papá para que nos regresen esto” o por haber vivido una situación peculiar con nuestros padres, el modelo común es que trabajar es algo que implica obligación y sufrimiento para tener a cambio algo que normalmente es dinero y que también normalmente nunca es suficiente.
Dicho modelo mental de trabajo y obligación o sufrimiento se entiende mas si analizamos la historia y vemos que el ser humano siempre tuvo que hacer algo para sobrevivir, ya fuera de manera nómada o sedentaria, nadie podía viví solo así, quedándose quieto porque o te morías de hambre, te comía un animal o te capturaba un enemigo. Ya fuera sembrar, matar o correr, había que estar haciendo algo. Al parecer, tiempo después con todos esos que capturaron por no correr, estar dormidos o no pelear bien, se invento la figura del esclavo y entonces se pudieron quedar unos sin hacer nada y otros trabajando y sufriendo. Luego se les empezó a pagar a los atrapados, que ya para ese entonces se les había olvidado cómo era cuando eran libres y se volvieron la clase trabajadora, pero a estos, ya no les quedaba muy claro porque estaban haciendo lo que hacían y si no te queda claro eso, pues empieza el sentimiento de frustración, sacrificio y sufrimiento.
Como todo esto son conclusiones mías, llegado este momento, el de mi texto digo, me puse a buscar cual era el origen de la palabra “trabajo” para no andar solo inventándome historias de mis reflexiones y me encanto lo que encontré porque coincide totalmente con mi reflexión. El origen de la palabra trabajo viene del latín tripaliare y esta viene de tripalium que quiere decir, tres palos. Y el tripalium* era en efecto un artefacto de tres palos que se le amarraba a los esclavos para azotarlos. Pero la relación de trabajo con tripalium no viene de pegar, sino de sufrir y se empezó a relacionar con cualquier actividad que produjera dolor que en un inicio era la actividad del trabajo en el campo, la cual los dejaba como “apaleados”. En inglés la relación se hace con labor, también del latín y su relación con el dolor se hace evidente en el uso de la palabra para parir un hijo, también conocida como “labor de parto”, uno de los dolores más fuertes que se viven… me han dicho.
El caso es que por algo el trabajo se llama trabajo y no diversión, porque al hacerlo se sufre, o se tiene que sufrir de alguna manera y la verdad es que el modelito mental está bien plantado pues tristemente es poco frecuente ver a la gente feliz porque tiene mucho trabajo. Trabajo y queja son directamente proporcionales aunque no tener trabajo y queja también lo son lo que hace que el modelo mental nos ponga en una especie de encrucijada porque tenemos que trabajar pero trabajar nos hace sufrir, o más bien, nos debe hacer sufrir o peor si pensamos que todo lo que hacemos en los primeros 20 años de nuestra vida es estar preparándonos para poder en un momento trabajar y si después de tantos años de preparación no lo podemos hacer porque resulta que no encontramos o no hay trabajo, pues también está mal y sufrimos. Sin embargo cuando hablamos de ser pintores, escultores o diseñadores, aunque hayamos estudiado muchos años, mucha gente no lo considera un trabajo “formal” y eso también afecta y la primera reacción cuando decimos que lo queremos estudiar, es la preocupación de nuestros padres quienes empiezan a dudar como podremos vivir de eso que más bien es como un juego o como de a mentiras y, según el modelo mental, de jugar o divertirse, no se puede vivir. Si resulta que ya eres diseñador o pintor entonces lo que te dice la gente al enterarse es; “¿Cómo? ¿y de eso vives?” y si, pues tienen razón, porque aparentemente uno no sufre con eso como sufren los abogados, los ingenieros, los lavaplatos, los taxistas o los plomeros.
Otra parte del problema es que si bien la mayoría de las personas escogen sus profesiones de médicos, arquitectos, licenciados o ingenieros porque “de eso se gana bien” o “se puede vivir”, pues los diseñadores y artistas, incluyendo a los que actúan, no es así porque nosotros lo hacemos porque nos gusta o nos apasiona y creemos que lo disfrutamos, y digo creemos porque muchas veces también terminamos bien apaleados. El caso es que somos unos seres que nos sentimos bien cuando creamos y es por eso que hacemos lo que hacemos pero si esa creación nos hizo sentir bien, aunque estemos apaleados, pues no sentimos que haya sido trabajo, porque no sufrimos o tal vez si pero es un sufrir como el del deporte, que te da satisfacción y no es como el de estar todo el día en una mina sin saber porque sufres, sino solo sabiendo que tienes que sufrir. O sea que el nuestro se trata de un sufrir de sonrisa, querido, provocado, es el sufrir rico que provoca el apasionarse por lograr algo diferente y único.
El caso ya resumiendo es que al parecer, aunque uno que otro pintaba en las cuevas, la mayoría de la humanidad empezó solo cansándose para poder vivir o para no ser atrapado. Después ese cansar se volvió un sufrir y se tenía que sufrir para vivir. Actualmente la sociedad se compone de gente que sufre y cobra por eso y muchas veces cobra para que otros no sufran haciendo lo que él hace. Todos pues andamos tratando de reducir nuestro sufrir, ya sea trabajando lo menos posible o pagando para que nos disminuyan el sufrimiento que provoca moverse, cocinar, limpiar, administrar, educar, cuidar, pintar, construir, fabricar, instalar o pasear un perro. Cada profesión erradica o disminuye un tipo de sufrimiento ya sea con medicina, leyes, taxis, desodorantes o computadoras y el cambio en el modelo consta en no querer recibir dinero porque se sufrió lo suficiente en la propia persona sino porque se redujo el sufrir en el tercero y diseñar también evita sufrir, pues con diseño podemos hacer como los de proyecto H que redujeron el sufrir de la gente al acarrear agua en África, o como Yves Behar que redujo el sufrimiento de los niños que no podían tener computadoras, o como Pirwi que con sus muebles pretenden que la tierra sufra menos calentamiento o como los de BMW que no solo te hacen no sufrir por andar moviéndote en camión o caminando sino que además te hacen gozar tremendamente tanto en el manejo como en la posesión del objeto pues además de transportarte sin sufrimiento te hacen sentir el muy muy, y eso no solo elimina el sufrimiento de una experiencia sino que la vuelve gozosa. Entonces lo importante no es si provocas gozo o reduces sufrimiento con el diseño, lo importante es que sepas que no recibes lo que recibes por sacrificarte sino porque tienes la capacidad de modificar el sentir de las personas ya sea en la erradicación o disminución del sufrir físico o mental o en la provocación del gozo y eso, seguro que se debe de cobrar.
*http://etimologias.dechile.net/?trabajo

viernes, 5 de agosto de 2011

“Se aprende a pescar pescando y se pesca más para pescar mejor” Dewey

DEWEY PARTE 2
Pareciera ser que la educación es la correcta inserción del miedo y el miedo es el principal promotor de la verdad y lo correcto que por supuesto es entre otras cosas, no equivocarse. Incubadoras, universidades, departamentos de planeación e iglesias son algunas de las organizaciones que fueron creadas para no equivocarnos siendo estas la base del deber ser de las acciones. Esto por supuesto que ha tenido beneficios en cuestión de ética, civismo y convivencia social, pero en cuestión de innovación, este miedo nos cuesta mucho más que si nos estuviéramos equivocando constantemente sobre todo cuando hacerlo es la única manera de aprender y mejorar. Se aprende haciendo y se hace mas para hacer mejor. Hacer la primera rueda cuadrada hubiera sido gravísimo si se hubiera pensado entonces que de ella dependía la conquista de Roma o el éxito de Henry Ford, pero como no era así, pues seguro hubo mucha equivocación antes de descubrir que para poder hacer rueda rodara bien, ésta tenía que tener un orificio equidistante a todos sus lados.
Cuando desde niño querías hacer algo que se salía de la normal, solo tenías dos opciones; la primera era hacerlo y esto se calificaba como “travesura” y la segunda era pedir y “convencer” a esa autoridad que te permitiría la acción o la prueba. Y “convencer” es como “vencer” pero no con fuerza ni con armas sino con hechos y argumentos. La cosa es que el vencido y el convencido se quedan siempre con el sentimiento de haber cedido, uno por la fuerza de las armas y el otro por la fuerza de la palabra o el chantaje. El primero, esperará la debilidad de la fuerza para recuperarse y el segundo, esperara por supuesto la equivocación para poder entonces demostrar que no debió de haber aceptado, que tu “estas mal” y que él “está bien” y con eso, recuperar su poder sobre ti. Bajo este esquema, es difícil hacer y aprender, porque no tenemos margen de maniobra. Es por eso que en cuestión de diseño, innovación y arte, si queremos aprender haciendo, no se debe de convencer a la gente, porque si lo haces así, siempre tendrás su energía contenida aunque hayas usado planes de negocio, estudios de mercado  y financieros. En estos rubros de la subjetividad y le incertidumbre se trata de hallar la manera de que aquello que sientes y que te motiva sea transmitido para que haga sentido a los demás de la misma forma que te hace sentido y te emociona a ti, y la manera más certera de hacerlo es ejecutándolo la idea a la escala que se requiera de acuerdo a los recursos disponibles.  Esta ejecución, debe ser en un estado que yo llamo de “irresponsabilidad responsable” o sea en un espacio físico y de tiempo en donde no hay presión ni penalización para el error. Esta “irresponsabilidad responsable” es una especie de clandestinidad, pues se ejecuta sin permisos ni recursos específicamente asignados ni de tiempo ni de dinero y como toda clandestinidad o resistencia, es necesario tener cómplices, los cuales asignaran sus recursos para ir sumándose al proyecto hasta que éste adquiera la madurez necesaria para entrar en batalla. Cuando hablo de madurez, me refiero a la madurez de las ideas, las cuales son como somos los seres humanos que necesitamos un periodo de madurez para asumir nuestras responsabilidades. Por ley la madurez se adquiere a los 18 años, aunque en realidad hay humanos que la adquieren a los 10 y otros muchos nunca. El caso es que de 0 a 18 años, somos por definición irresponsables y por esa razón no podemos ni manejar, ni beber, ni estar solos, ni tener relaciones sexuales.  Ya después, cuando se nos fundaron bien los miedos necesarios es cuando somos maduros y podemos entonces cargar con todas las responsabilidades de un adulto. En las ideas, es lo mismo, pero en las empresas no se ve tan claro. O tal vez sí, pero como que están acostumbradas a recibir a las ideas ya más grandecitas, no bebes. Una idea es un niño recién nacido al cual no le puedo cargar de golpe todas las responsabilidades de un producto terminado o adulto. Tomar una idea y ponerle precio, meterla en piso y querer que pase la norma, es como agarrar un bebe y querer que camine, se vista, lea y se gane la vida. Las ideas, como los humanos, requieren primero del deseo de tenerse, así como la ilusión de ser papa y luego, de mucha paciencia porque también se hacen popo, te despiertan en la noche y tienen cólicos. Las ideas se conciben, se atienden, se les comprende, se les tiene paciencia y se les invierte mucho dinero, sobre todo a esa, que fue la que llego, fecundo y salió al mundo.
Si tienes una idea y necesitas permisos, apoyos, soporte, lo que tienes que hacer es ejecutarla como puedas y con el mínimo de recursos. La ejecución deberá ser en un espacio de irresponsabilidad responsable y en un acto de clandestinidad y resistencia con tus complices. Ya que la tengas ahí, aprende de ella haciendo para aprender y haciendo para hacer mejor y después, cuando ya camine, sonría y seduzca con la misma gracias de un bebe de dos años, enséñala a aquellos que te ayudarán a criarla. Diles que son los tíos, abuelos o de plano padrinos y que cuando crezca los hará felices. Esto les genera sentido porque verán un futuro en ella. Sigue el proceso de madurez, cada vez aplicando pruebas más complejas, pero siempre tratando de asegurar que la idea se comporte de manera correcta y de acuerdo a su edad hasta que vaya creciendo, la familia la quiera y se vuelva ahora sí, responsable de todos sus actos.

domingo, 24 de julio de 2011

“Aunque la verdad es siempre útil, lo útil o conveniente no siempre es verdadero” Dewey

PARTE 1
Me pregunto qué hubiera pasado si a los humanos que inventaron la rueda, descubrieron el fuego y diseñaron el arado les hubieran solicitado estudio de mercado, encuestas a usuarios potenciales, modelo de negocio, plan de negocio, inversión requerida y retorno de la inversión. Todo esto para poder dar certeza a sus inventos y que no cometieran ninguna equivocación. O, si  se habrían atrevido a seguir tratando y fallando si hubieran conocido la relación de sus inventos con el transporte, el poder, la supervivencia y los Wallmarts. Y, siendo más actuales, que hubiera pasado si Pierre Omidyar hubiera aceptado el consejo de los inversionistas de no proceder con su idea, pues según ellos, no podía existir en ese momento empresas basadas en la confianza como lo es hoy “e-bay”. Y Mark Zuckerberg, ¿habría podido inventar el facebook haciendo un plan de negocio en vez de haber sido despechado por una mujer? Hace un par de años, en mi etapa académica, pase muchas horas tratando de convencer a encargados de incubadoras de empresas de que para mis alumnos diseñadores era más fácil hacer una pequeña producción, ponerla a la venta y ver qué pasaba que tratar de hacer todo el trabajo que se les pedía para no cometer el error de hacer algo que no se vendiera. Y eso lo argumentaba porque cuando yo evaluaba la cantidad de horas y recursos de ambos trabajos, encontraba que eran similares, o incluso mayor el solicitado por la incubadora pero con la gran diferencia de que crear el producto motivaba mas al diseñador que tratar de eludir la equivocación, independientemente de que sí habría más trabajo por hacer en cuanto a calculo de precios, márgenes, retorno de inversión y todo eso. Por otro lado cuando comparo el tiempo que yo personalmente utilice desde que puse mi primera diseño de lamparita en un stand de la feria del regalo hasta el momento en que tenía cuatro tiendas, una pequeña fábrica y quince empleados, con el tiempo que se han tardado algunos de mis alumnos en incubar, me cuestiono que es mejor, notando sobre todo que ellos cada vez tienen más miedo de fallar al tener la inversión y el trabajo claramente cuantificado, mientras que yo, solo invertía lo que había ganado como resultado del trabajo anterior. Después, como diseñador-consultor tuve la fortuna de conocer cómo nacen (y mueren) los departamentos de innovación de algunas empresas. Primero alguien tiene la idea de la innovación y esto puede suceder de dos formas; si la idea viene de arriba, pues se abre el departamento como un departamento más y con las mismas verdades que rigen al resto de los departamentos. Y si la idea viene de abajo, pues esta persona o grupo de personas “convence” a los directivos para que se asignen recursos al nuevo departamento. Como es de esperar, el “convencimiento” se hace en base a promesas estructuradas de nuevo en planes de negocio y retornos de inversión, o cosas así. En ambos casos el departamento de innovación es estructurado con las mismas verdades, por decir, modelos y definiciones con los que se estructuran las demás áreas. Se pone en él a gente a cargo que se presume creativa, pero que sufre de los mismos miedos que se sufren en toda empresa y que es por supuesto, equivocarse. Y así es como se hace porque la verdad, en las empresas y fuera de ellas aparentemente no hay otra forma y el problema es que las verdades que son útiles para todos los departamentos de la empresa, no son precisamente útiles para la innovación y, lo que para el nuevo departamento es útil, pues no es precisamente verdadero para los demás. Entonces el departamento empieza y como es normal falla y se equivoca, porque así es el proceso. Cuando este busca apoyo con las otras áreas para poder seguir experimentando pero con mayor asertividad, pues nadie apoya porque ya están demasiado asustados con sus riesgos como para echarse otros encima. Con todo esto, la dirección se inquieta porque no se ven resultados sino puros riesgos y equivocaciones. Después de unos meses el departamento de innovación termina, o poniéndole el nombre de innovación a cualquier cambio o cosa que no haya hecho la competencia o buscando certidumbre en ingeniería o mercadotecnia en base a copiar soluciones y, si los números están muy rudos, el departamento se cierra mandando a cada “creativo” a su lugar de origen sea este su antigua oficina o su casa.
Hace varias semanas, en la empresa donde además de trabajar, me dedico a soñar despierto, hubo un concurso para construir carritos hechos de desperdicio y los resultados fueron bastantes interesantes dados el nivel de involucramiento e imaginación de los participantes.  El asunto es que posteriormente, unas 3 o 4 semanas después, tuve una entrevista con el presidente de la empresa por un tema ajeno a dicha carrera y en la conversación, que fue corta pero muy interesante, como lo es siempre con este tipo de personajes, surgió de su parte un comentario sobre la pasión que reflejaban dichos carritos y el porqué esa pasión no se reflejaba muchas veces en el trabajo del día con día. Me quede pensando sobre la respuesta y, aunque no pude expresarla tal cual en ese momento, llegue a una conclusión que coincide con lo que sucedió cuando se invento la rueda, se creó e-bay o se lanzó el facebook; en esos momentos a los creadores no les importaba equivocarse y no les importaba ser penalizados porque la pasión de la necesidad, de la idea o del amor, era más fuerte que el miedo. O sea que con la necesidad, el amor y el juego, la creatividad y la pasión siempre afloran. En conclusión, cualquier departamento, jefatura o dirección debe de estar a cargo de gente creativa, respetuosa, responsable, ética y trabajadora. Pero por lo que es el diseño y la innovación, estas debe de estar comandadas además por gente que sepa jugar, sea muy intuitiva, apasionada y seductora sumado además el hecho de ser capaz lanzarse al abismo con la confianza de que eventualmente serán sus verdades las que le serán útiles para volar aunque aparentemente no parecieran convenientes a los demás y si además de todo esto, provoca que sus verdades hagan que los demás también salten, pues que mejor, volar juntos les será mucho más fácil.
Continuará…

miércoles, 13 de julio de 2011

“La belleza es una carta de recomendación que predispone al corazón a favor del portador” Schopenhauer

Esta frase fue de los primeros “Posts” de este Blog y me encanta, pero como en ese entonces andaba definiendo esto del diseñosofía, apenas explote su potencial y después de andar diseñosofando en amores, enamoramientos e ignorancias, tengo necesidad de volver de nuevo al tema de la belleza como parte esencial de los anteriores, pues esta es una puerta directa al amor y al enamoramiento, por supuesto, en total ignorancia.
Me imagino que el concepto de belleza apareció con el espejo y lo digo porque en eso de ser feliz dicen que hay que empezar por enamorarse de uno mismo. Los primero espejos supongo que fueron de agua tranquila y había otros que eran de calor, que parecían espejos pero que no te podías reflejar pues en realidad resultaban ser espejismos. Los espejismos son una clase de espejos que solo prometen pero nunca cumplen, dejándote con el ansia de belleza o de agua, según la necesidad. Belleza y reflejo van relacionados. Por un lado nos es importante encontrar donde reflejarnos para reafirmar nuestra belleza y por otro, nos encanta poder vernos reflejados en lo bello. La belleza es una necesidad del corazón que requiere constantemente de atención y exige satisfacción, ya sea en el afán de ser bello o en el ansia de ver, escuchar, oler, tocar, poseer, y comer belleza. No hay persona que no sea susceptible a la belleza y cuando hablamos de reflejar la nuestra, pues hablamos de los espejos convencionales, los cuales han evolucionado de ser charcos de agua o lagos tranquilos a ser superficies reflejantes pulidas y perfectas, tan perfectas, que nos dejan ver toda nuestra imperfección y es por eso tal vez, que ya no nos vemos tan bellos y por eso, buscamos el otro reflejo, ese de vernos con lo bello, que es otro tipo de espejo. Estos espejos, funcionan con la emoción y la imaginación de la gente logrando atracción, seducción y deseo. Estos espejos, que reflejan una belleza que quisiéramos poseer porque de alguna manera nos hace ver un futuro mejor,  se construye con significado, historias, mensajes, composición, futuro, balance, volumen, brillo, contraste, olor, sonido y color, y esos espejos, que vienen precisamente de la actividad del diseñador, pueden ir de una rica paleta Chupachup a un Ferrari convertible, pensando en que ambos, en un momento dado son capaces inspirar deseo, dejando a discusión si en realidad son espejos o espejismos.
Se cree que los diseñadores somos especialmente sensibles a la belleza y no digo que no lo seamos, pero más bien, lo que tenemos es la gran capacidad de crear belleza y con esto hablo de crear posibilidades de reflejo de las personas en nuestras creaciones y cuando Schopenhauer dice que  “la belleza predispone al corazón al favor del portador”, quiere decir que nuestra capacidad permite abrir puertas directas al corazón con el cual tendremos un instante de conquista sin cuestionamiento ni duda. Ese instante oportuno o momento justo de apertura, que es llamado “el kairos” en la mitología griega, es un instante único de apertura que puede representar la diferencia en nuestro logro o nuestra pretensión y la belleza que logra esa predisposición, puede tener muchas formas y medios para existir, queriendo decir con esto que no solo es un producto o un gráfico, puede ser también una presentación, una buen concepto o una historia bien contada. Sin embrago hay que tener cuidado, pues así como los diseñadores hacemos espejos,  también podemos hacer espejismos. La belleza predispone sí, pero después de haber logrado el enamoramiento, hay que ser concretos y sinceros para que el amor dure y no dejemos a la gente ansiosa y desilusionada. SER diseñador implica hacer todo con el pensamiento de diseño y es la belleza y el reflejo quienes podrán tener las formas y los medios que tu mente sea capaz de concebir para predisponer a los corazones de tus clientes, jefes, pares y consumidores. La belleza entonces es una puerta de entrada pero no hay que olvidar que el enamoramiento duradero consiste en el verdadero valor agregado que deberá de lograrse con el máximo atributo de la funcionalidad, la factibilidad, el costo y la sustentabilidad de nuestras propuestas o proyectos.

miércoles, 29 de junio de 2011

“En la amistad y en el amor se es más feliz con la ignorancia que con el saber” William Shakespeare.

Precisamente hablaba yo en el “post” pasado de la importancia de buscar los paralelismos sobre mis ideas y las declaraciones de los sabios y virtuosos que dan valor y credibilidad a las mismas, cuando me vino a suceder lo que me sucedió el sábado pasado, otra vez, en un aeropuerto. Estaba yo esperando más de lo debido por causa de un retraso en mi vuelo, revisando el listado de mis frases de filósofos recopiladas en un par de años de lecturas, sin realmente tener una idea en concreto para escribir. Estaba en este actuar desinteresado en el que mi dedo pulgar manipulaba con soberbia y extrema seguridad la pantallita del iPhone (pues salvo la seña de “OK” y la huella digital, este dedo no tiene mucha virtud) cuando de pronto en su andar inconsciente el dedo toco el icono del basurerito y con la misma inercia, esa en la que el dedo sigue y tu mente dice para, volvió a tocar el botón de “eliminar” y fuuummmm… toda mi recopilación de frases filosóficas que uso para sustentar mis ideas desapareció, se fue todita. Me quede como pasmado pues esas cosas ya no pasan y no creí que a Steve Jobs no se le hubiera ocurrido que justo en la aplicación de notas, uno debiera de poder buscar en el basurero, como se le ocurrió a Bill Gates en algún momento. Apague mi teléfono para subir al avión pensando que de todas formas no tenía yo una idea en concreto para escribir y que eventualmente resolvería el problema recuperando mi pequeño documento. Cuando estaba ya en mi no-casa, (mi pequeño departamento en MTY), empecé a sentir el vacio del conocimiento perdido, hice un par de exploraciones con el iTunes, y el resultado fue el mismo; lo había perdido todo. En plena resignación, me tumbe en mi cama y al abrir el twitter en el mismo aparato que me había traicionado y como por arte de magia o del destino, que son casi lo mismo, apareció la frase que hoy titula este “post”, demostrándome (el destino) que a fin de cuentas, todo se resuelve y fue así como analizando el estado en el que me dejaba la perdida de mi conocimiento filosófico, decidí escribir sobre la bendita ignorancia.
Pareciera ser que el conocimiento te resuelve el futuro y es por eso que tanto nos apegamos a él y es por eso también que saber es tan importante. Vamos a la escuela durante un mínimo de veinte años para poder “tener” un futuro y, como diría Pablo Fernandez Christlieb, “llegar a ser alguien en la vida aunque en realidad, nadie nos diga cuando efectivamente ya llegamos a ser ese alguien”. Saber cosas nos hace pensar que en cierta forma podemos conocer el futuro, cuando en realidad somos todos unos ignorantes ante el mismo y aunque eso no es totalmente evidente, digo, pues se da por sentado que saber es bueno y no saber no. Quien no sabe, es automáticamente un ignorante, y por ende, vale menos, mucho menos que ese que si sabe. Es un hecho que hoy más que nunca, no hay nadie que sepa todo y por ende la línea que divide la ignorancia del conocimiento es similar a la que divide lo feo de lo bello, lo culto de lo inculto y lo pobre de lo rico. La ignorancia es uno de esos estados, juicios o calificativos que ha sido, desde mi perspectiva, injusta e inconscientemente tratada y valorada. En principio, la ignorancia es un concepto de estándares, de hecho, es un juicio y como tal, requiere de un estándar de comparación. De esta manera, el ignorante siempre estará abajo del que sabe, y el que sabe, será un ignorante con referencia al que sabe más que él y así sucesivamente. O sea que uno siempre será un ignorante en el momento en que se encuentre con alguien que sepa más o que sepa, porque no, de otra cosa. Cuando alguien sabe más que tu, inmediatamente tu “eres el ignorante” y si hay dos personas que saben dos cosas diferentes, pues la ignorancia anda danzando de aquí para allá en un duelo donde se debate el calificativo de “quien es más ignorante”, que normalmente pertenece al que se esta callado y escuchando, que en realidad en lugar de estar “siendo un ignorante” se está “sintiendo ignorante”. “Sentirse” ignorante es diferente a “ser ignorante” y mucho mas a “ser UN ignorante” que ya es como pertenecer a una clase especial de estúpido. El sentimiento de ignorancia está ligado más a la comparación que a la realidad y creo que el ser ignorante está mal dicho pues uno no puede ser ignorante en unos casos y no ser en otros. La ignorancia viene a ser más un sentimiento que una realidad o un juicio y ese sentimiento nace en el momento en el que detecto que yo sé menos que la persona que me acompaña o el contexto que me contiene y digo contexto, porque no solo las personas saben, los países, los pueblos, los vinos, la comida, los quesos, las estrellas, el mar y las religiones tiene tanto que no sabemos que al inmediato contacto con ellos nos pueden hacer sentir todos unos ignorantes y creo que eso, no es para nada malo, sino más bien lo contrario.  Sentirse ignorante sirve para inquietarse y resolver el asunto. Por ejemplo cuando uno viaja, se prepara para sentirse todo un ignorante y resolverlo viendo, probando y preguntando y eso es para mí una fortuna. Saber sentirse ignorante es un don o una habilidad finísima que yo llamaría ignorancia voluntaria y lo considero maravilloso porque detona dos aspectos importantes en la vida; El primero, te vuelve humilde, receptivo y humano y el segundo, te pone en la disposición de escucha y aprendizaje. Otro tipo de ignorancia es la inconsciente y que es también llamada ingenuidad. Esta es también muy buena porque te hace hacer cosas que desde el conocimiento mismo simplemente no harías. Si a Edison le hubieran dicho que le tomaría mil focos llegar al bueno, igual y seguiríamos con velas. El pensaba, desde su ignorancia e ingenuidad que el que seguía sería el bueno y así se fue, uno tras otro.
Hace un par de meses, con el simple afán de empezar a separar el concepto estricto de estética como único atributo del diseño, inicié una sutil campaña personal en la que me dispuse a sembrar en la mente de mis jefes, pares y colegas del trabajo la palabra innovación en plena relación con mi persona y mi departamento. La campaña surgió efecto y hace un par de semanas fui comisionado por mi jefe (el de aquí) para presentar conceptos de “innovación” de la empresa al vicepresidente de la región de Norteamérica, un alemán ex consultor del “Boston Consulting Group”. La tarea me lleno de emoción por supuesto y me disparo a las nubes cuando mi jefe, en una segunda intervención me dicto los temas que yo expondría, siendo estos desde mi perspectiva, simples ideas que aprovechaban circunstancias peculiares de nuestro mercado pero que nada tendrían que ver con el concepto de innovación que se podría manejar en Estados Unidos o Europa. Consciente de la oportunidad e ignorando a ciencia cierta que pasaría, me enfoque en la tarea de transmitir de la mejor manera los temas e ideas por desarrollar y cuál sería mi sorpresa cuando a mitad de la presentación, el personaje descrito intervino para decir, “I can tell Jorge that you are new in this company, isn´t it?”. Ante tales palabras, mi corazón se detuvo, y las miradas del resto de los vicepresidentes se centraron en él para saber de una vez si sería yo vitoreado o condenado. Acto seguido, los miró a todos y dijo “Why do we always get things so complicated in this company? Jorge, I hope you´ll never loose your ingenuity so, go ahead, the projects are great”.
El caso es que la ingenuidad y la ignorancia nos ponen siempre en una disposición única, no solo de aprender sino de hacer cosas que en el pleno juicio o conocimiento no haríamos. Y si sumamos a esto los conceptos anteriores del amor y el enamoramiento, que como dice Shakespeare, se disfrutan mas desde la ignorancia, puedo decir que el diseño desde la ignorancia y el enamoramiento se vive, se disfruta y se logra con mayor emoción, certeza y posibilidad de éxito y diferenciación que si lo vivimos desde la simple perspectiva de la solución de un problema de una manera racional. Fomentar la ignorancia con ingenuidad y enamoramiento es una formula altamente recomendable para hacer soñar al SER diseñador.

domingo, 12 de junio de 2011

“La sabiduría no llega hasta que dejamos de pensar” Chopra.

Hace varias semanas, creo dos o tres que no me siento a ”disenosofar”. Y es que esto es un acto de inspiración y creación como el mismo diseño. Y el último, el de la razón y el corazón me gusto tanto, que como sucede en el diseño y el arte, da cierto miedo volverse a sentar. Normalmente tengo un mensaje claro que decir y eso me hace buscar la frase para desarrollar el tema. De hecho es en gran medida una estrategia; “más te escucha la gente si lo que dices lo dijo alguien sabio, que si lo dices solo porque se te ocurrió”. Por ejemplo, esta frase que acuño como mía, no la puedo poner de titulo, tengo que buscar a un filósofo que haya dicho algo parecido y luego desarrollar el tema alrededor y así, si me creen. Creo que es la misma razón por la cual los PhD en sus “papers” no pueden decir nada que no haya dicho alguien más sabio o estudiado que ellos. El caso es que de un par de semanas para acá, es el enamoramiento del objeto de diseño el que me sigue rondando la cabeza. De hecho puedo decir orgullosamente que el tema ya es del léxico de mi jefe (el de México), de mis pares de ingeniería y mercadotecnia, por supuesto de algunos de mis diseñadores.
Este sábado regrese de viaje. Estuve de visita en los “headquearters” de la empresa donde trabajo, presentando precisamente lo que visualizo como mi trabajo en México. Eran alrededor 180 personas, en su mayoría diseñadores. Yo había preparado, más que una presentación de diseño, un intento de transmitir en unos cuantos minutos lo que es México y como esta realidad, tan diferente a las de los Estados Unidos, termina por influir en la percepción de lo que el diseño puede o debe de ser. El caso es que después de unos minutos y sin tener ninguna diapositiva al respecto, ahí estaba yo, hablando de la importancia del corazón y el enamoramiento. Empecé con la frase que también acuñe y que me encanta; “El diseño es como la religión, si no crees en ella, no puedes ver los milagros” y como no hay religión sin amor, pues es hasta cierto punto el mismo tema. Al día siguiente, en reunión privada con mi jefe (el de allá, porque tengo dos), me sucedió lo mismo y al final pude observar con mucha curiosidad como él, quien ha trabajado para Volkswagen y Ford en el lanzamiento de varios vehículos, terminaba escribiendo con peculiar atención en su libreta, “To make people fall in love with our design proposal”.
El caso es que es probable que mi repentino enfoque ante el tema del enamoramiento de los objetos sea una especie de reacción contra la impresionante maquinaria con la que me topo y cuyo principal objetivo es medir, validar y comprobar todo para no equivocarse, y que la posible frustración que siento se vea aliviada al tomar al amor como la única medida que conozco para encontrar libertad y poder romper las estructuras del razonamiento o dicho de otra forma, justificar que es porque estoy enamorado, que estoy haciendo tantas cosas que aparentemente suenan descabelladas y entonces, así voy, de uno en uno, tratando de enamorar con mis ideas para que poco a poco podamos empezar a hacer cosas diferentes y arriesgadas.
También, en las tantas horas de espera que me tocaron en aeropuertos empecé la lectura de un par de libros. El primero, La Caverna, de Jose Saramago, el cual, si tuviera un diseñador en la historia, esta sería radicalmente diferente, y el segundo, “The Blink”, de Malcolm Galdwell y es en este segundo, que apenas llevo unas cuantas páginas, donde empiezo a encontrar el sustento necesario para ir más allá en mi evangelización por el diseño. Aunque apenas inició su lectura, ya veo una clara relación de lo que busco cuando hablo del enamoramiento y que es, poder tener a la gente, increíblemente experta en su rama, creyendo más en ella, en sus sentimientos y en su intuición, y no en los números que nos están arrojando tantas pruebas, estudios y teorías.
El caso es que si el estar enamorados nos hace hacer cosas aventuradas y yo, con este discurso logro tener un puñado de enamorados actuando con el corazón y tomando decisiones por medio de “blinks” que en fracciones de segundo sintetizan todo su “expertise” y experiencia en decisiones más sabias que pensadas, y si a eso sumo que seguramente habrá quien en la empresa nos cuide con sus precauciones y candados para no hacer verdaderas burradas, la suma o contraposición de ambas fuerzas, seguro deberían de dar mejores resultados que todos cuerdos y alineados. Así que señores enamorados, vamos por mas ”Blinks” y menos tablas de excell y a ver si así, hacemos cosas diferentes.

domingo, 29 de mayo de 2011

“El amor tiene razones que la razón no entiende” Blaise Pascal.

Esta frase la tengo desde hace tiempo en mi listado, y me gusta porque cuestiona ese afán nuestro de dotar de certidumbre a cualquier acto y decisión, poniendo en evidencia al amor como el ejemplo de la irracionalidad del corazón. Hubo dos cosas que me inspiraron a escribir tomando como base la frase de Pascal. La primera fue el haber terminado la lectura del libro “Los enamoramientos” de Javier Marías, que si bien el estilo me resulto un poco cansado, no lo fue así su contenido. El  autor, como se espera en una novela, pasa una parte del libro contando una historia, y otra, que es mayor, analizando la interminable variedad de pensamientos que nos invaden durante el tiempo del enamoramiento, el cual puede ser ya sea el instante de una ráfaga de perfume o la eternidad de un mes, un de año o de una vida. El enamoramiento no tiene que ver estrictamente con el amor que se siente sino con la emoción que invade nuestra mente ante la expectativa de que alguien o algo nos hiciera sentir mejor. El enamoramiento es un acto inconsciente y depende más de vulnerabilidad que de habilidad.  El enamoramiento es difícil de entender porque análisis y amor o análisis y enamoramiento, son palabras que se extinguen, que se neutralizan. Es como la creatividad y su definición, la existencia de una diluye a la otra. Los pensamientos que Javier Marías explora en el libro van desde una simple imagen o fantasía hasta el deseo de desaparecer al elemento, situación o persona que me impide ser libre con mi enamorado o enamorada, y la conexión que hago del tema con el diseño, no es el hecho de andar deseando borrar obstáculos y personas solo así, sino la capacidad de nuestra mente para construir escenarios que nos pudieran abrir posibilidades ante lo imposible. Cuando uno se enamora, cree que las cosas buenas pueden pasar aunque la mente nos diga lo contrario.
He de decir que en términos de diseño sé como enamorar a la gente usando historias que hagan sentido, imágenes, palabras y sonidos, soy capaz de sembrar inquietudes en forma de futuros que prometen posibilidades y por ende, enamoran. El diseño es un trabajo, de cortejo y seducción por medio del futuro en el que uno busca enamorar consumidores o usuarios y para lograr esto, es necesario primero enamorar a los miembros del equipo, a los pares y por supuesto a los jefes. O sea que enamorarse siempre habla de pensar en hacer cosas junto a otro. Hay quienes están muy enamorados de sí mismos, pero eso es otro tema… en general, no hay enamoramiento que no contemple mínimo a dos. El segundo evento que viví esta semana, es que logré que todos los involucrados en el primer diseño que sale bajo mi liderazgo, estuviéramos enamorados juntos y fue así como convencidos y confiados de nuestro producto nos enfrentamos al estudio de mercado, cuya intención era por supuesto, ver que tan capaz era nuestro diseño de enamorar, pero esta vez sin historias, ni perfumes, ni música, ni palabras. Solo así, como si se tratara de una foto o de una cita a ciegas sin poder hablar, lo cual, lo hace mucho más difícil.
Hacer un estudio de mercado es como querer entender al amor. La primera pregunta es clara; “¿Cuál te gusta?” Y los resultados son contundentes y eso está muy bien, porque las respuestas salen del corazón. Pero luego, empieza la confusión, pues se quiere entender las razones del corazón desmembrando al objeto del amor. Igual que si empezáramos a comparar el sueldo contra las piernas, el aliento contra la amabilidad de los suegros y las costumbres contra el color de los ojos. Los seres humanos somos resultado de un sin número de factores y tenemos unas cosas buenas y otras malas, dependiendo de quién nos juzgue. No hay un ”check-list” universal del hombre o la mujer prefecta, simplemente a la persona se le quiere o no. A fin de cuentas ante cualquier pregunta relacionada con el por qué del enamoramiento humano, en forma tal vez de “¿Por qué te piensas casar con él?” La respuesta que siempre termina la discusión es simplemente un “porque lo quiero” y lo interesante de esta analogía es que en español, a diferencia de otros idiomas “queremos” a los seres humanos pero también “queremos” tener objetos y es en esta segunda parte en donde el diseño y el enamoramiento tienen mucho que hacer para lograr el éxito en el mercado.
Es un hecho que si seguir al pie de la letra las pautas que arrojan los estudios de mercado en la etapa que yo llamo del “desmembramiento”, (que es ir evaluando parte por parte), nos dieran un diseño ganador, todo el mundo tendría productos exitosos en el mercado y no es así. Esta sería una formula demasiado fácil y obvia; “ponle las partes que cada grupo de personas prefiere” y  la razón de que esto no se logra, es porque hay decisiones opuestas y factores que se contradicen. Bob Lutz, exvicepresidente de Chrysler en su libro “The Lutz Laws” comenta que el éxito en la toma de decisiones depende en un 50% de lo racional y en un 50% de la pasión. O sea mitad de realidad y de razón y mitad de corazón y enamoramiento. En la primera mitad, la del cerebro izquierdo o racional, es donde entra el estudio de mercado (junto con muchas otras cosas medibles como los financieros). Si en la pregunta inicial del estudio, la de “¿Cual producto te gusta más?”, nuestro producto (ese del que mi equipo y yo ya estábamos enamorados y por eso lo llevamos ahí) gana, quiere decir que nuestro diseño está bien, que nuestra intuición y enamoramiento funcionó y al menos no estaremos poniendo en riesgo el dinero de nuestro cliente. Luego viene el margen de diferencia con el que gané a mi competidor y este será inversamente proporcional a la atención que deberé de prestar a la serie de “consejos” que vienen en las preguntas posteriores o  “desmembramiento”. Si mi margen es grande, ignoraré los “consejos” y seguiré aplicando mi intuición y mi pasión. Si mi margen es corto o nulo analizaré los “consejos” y determinaré cuales son factibles y me permiten mejorar el diseño y cuáles no son factibles porque su implementación atentan contra la esencia ganadora del diseño y por ende pone en riesgo el resultado de la pregunta inicial. Es muy importante entender que no todos los “consejos” se pueden aplicar y mantener la esencia que ya es ganadora.
El otro 50%, el de la pasión y el cerebro derecho, es precisamente la del enamoramiento y ese, definitivamente debe ser colectivo. Por supuesto a mayor margen de certidumbre mayor posibilidad de enamorarse, pero eso no quiere decir nada, enamorarse por haber ganado en el estudio es como amar por dinero. Un margen grande, me puede dar el peligro de sentirme confiado y el abandono de la pasión. Un margen justo, me da la certidumbre del logro y me mantiene en la ambición del éxito para lograr lo extraordinario. No podemos romper esquemas y lograr lo imposible desde el terreno de lo racional. Eso solo se logra desde la pasión y el enamoramiento y entre más gente en la empresa logres enamorar, más factible será lograr el éxito rotundo e imposible. Si los números no dan, no convencen, pero creemos en lo que hacemos, tendremos que enamorar a la cabeza inquieta.  Estar enamorados juntos y contagiar cada vez mas ese amor, es la única forma que tenemos para creer en algo que no podemos entender, que es el futuro y la incertidumbre y que a nuestro pesar, es justamente donde vive el éxito anhelado.

jueves, 19 de mayo de 2011

“Es tan malo ir demasiado lejos como no hacer lo suficiente. La virtud esta en el justo término medio entre el exceso y el defecto” Aristoteles

La virtud es una palabra que no me encuentro muy seguido. Tal vez en los medios de información cuando hablan de los virtuosos pianistas, tenores o toreros… de hecho, nunca he imaginado a un diseñador bajo el termino de la virtuosidad, normalmente el termino yo lo ubicaba más cerca del fenómeno que de la persona certera, hasta que leí en el libro de “La aventura del pensamiento” de Fernando Sabater, un fragmento sobre la virtuosidad según Aristóteles y desde entonces, la frase la aplico en muchas situaciones que requieren la virtud del equilibrio.
La vida es un constante ejercicio de evaluación de personas, días, rutas, sabores, rastrillos, pasiones, sensaciones, transparencias, olores, amistades, cinturas y miles de cosas más que terminan por definir si nos va bien o nos va mal.  El diseño por su cuenta, más que la excepción al juicio y la evaluación, es el ejemplo. Somos una profesión sometida a la evaluación y al juicio constante, y es el resultado de este juicio, el que al final de cuentas determina si tenemos un diseño bueno o malo. La subjetividad es el otro factor característico del diseño. Si bien la función, el uso y la manufactura pueden ser hasta cierto punto evaluados, no lo es así el aspecto de la estética o la forma. Este aspecto siempre tendrá un término subjetivo ya sea desde la concepción del diseñador o de la apreciación del cliente, o sea subjetividad al cuadrado.
Hacer lo correcto cuando hablamos del diseño basado en la expresión personal, como ya lo he mencionado con anterioridad, no es tan complejo. A fin de cuentas, depende de mi apreciación y de mi subjetividad. Sin embrago, como lo he comentado en otros “posts”, es el tema del cliente el más delicado. Podemos suponer que el cliente nos contrata para hacer “algo diferente”, y si no lo hacemos y entregamos un diseño “convencional”, se desilusiona. Pero si hacemos algo que va  mucho “más allá” se asusta. Entonces el reto es hacer más que lo suficiente pero sin irse demasiado lejos, y la pregunta es, ¿Qué tanto es mas allá? O ¿Cuánto es más que lo suficiente? sobre todo porque muchas veces, por no decir la mayoría, ni el mismo cliente lo sabe. El conoce lo que tiene, lo que funciona y raramente sabe que tan más allá está dispuesto a ir, porque siempre habrá un miedo contándole historias raras sobre la posibilidad de equivocarse.
El primer punto importante, es que ese “más allá” esta en el lado derecho del cerebro, el de la pasión y el sueño y no en el izquierdo y racional. Una primera condición para exceder los límites, es tener al corazón y a la pasión como tus aliados y para aliarlos son necesarias las historias. El corazón ama las historias, así, como de telenovela. El corazón, siente, oye, imagina, es cursi y le encanta oír historias y para eso somos buenos los diseñadores, con esto de la “conceptualización” sabemos imaginar historias, solo queda contarlas correctamente, pero ese sería otro “post”. Normalmente las historias que más gustan a los corazones son aquellas que los incluyen, que los proyectan y que les permiten ver un yo mejor y diferente. Hay que contar la historia conectando al objeto con una imagen mejorada del cliente y por supuesto de su corazón. Y no tiene que ser solo en el aspecto económico, también en el ser mejor, ser diferente, ser innovador, trascendente, culto, querido, observado,  … eso también funciona. Si bien la historia despierta al corazón del cliente con un futuro diferente y mejor, el cerebro izquierdo, el de la razón no se distrae. El está pendiente cuidando, viendo al otro soñar y esperando el menor pretexto para despertarlo de su fantasía.  Es aquí donde viene la estrategia del la virtuosidad.
Aristóteles dice: “es tan malo ir demasiado lejos como no hacer lo suficiente” y luego dice, “la virtuosidad está en el justo medio entre el exceso y el defecto”. Yo interpreto el “no hacer lo suficiente” como el “hacer lo que el cliente espera que hagas” y el “ir demasiado lejos” como el hacer lo que nunca en su vida podría imaginarse. Es común dentro del proceso de diseño presentar varias propuestas. Unos dicen que solo una, otros que dos y otros las mas que se pueda. Yo, depende mucho del cliente y la situación, pero después de contar la historia, por lo general presento tres y estas se estructuran de la siguiente manera:
1.-La propuesta “suficiente”.
Es por lo general la propuesta de lo que el cliente espera, la que es “suficiente” para él. Esta es la propuesta tradicional o prudente que lo atiende y no lo incomoda. Es la propuesta que haría  cualquier diseñador normal, responsable y en su sano juicio. Esta propuesta justifica la historia contada y el cliente reacciona a ella de la misma manera que un niño encuentra un juguete después de haber soñado con las imágenes de la caja. Hay novedad, pero con cierta desilusión fundada básicamente en las expectativas que la historia le genero. Con esta propuesta, tu cliente está satisfecho y digamos que contento, pero no emocionado.
2.- La propuesta “virtuosa”.
Esta es la propuesta que lo lleva más allá de lo normal atendiendo el sueño engendrado por la historia pero que le implica un cierto nivel de reto e incertidumbre que es capaz de sortear con la emoción de su cerebro izquierdo y la prudencia de su cerebro derecho. Es la propuesta justa, la que va mas allá de lo suficiente y más acá de lo exagerado, es el equilibrio entre la ausencia y el defecto, es la innovación que cuando la ven se dice, “como es que nadie había pensado en esto si se ve tan lógico”.
3.-  La propuesta “más allá”.
Esta propuesta es una propuesta in imaginable para él y aunque bien fundada, hasta cierto punto absurda. Es la propuesta de la sonrisa sarcástica que empuja un “ahora si te la jalaste” combinando el comentario con miradas en busca de cómplices que le ayuden a reiterar su juicio construido por un eminente miedo a ser demasiado diferente y caer en el rechazo. Esta propuesta es la que te justifica como un loco, juicio del cual hasta cierto punto te enorgulleces por tener la capacidad de concebir y presentar semejante idea y además porque es sabido que decirle a un diseñador que está loco es hasta cierto punto un halago.
Una vez concebidas las tres propuestas, la estrategia es así:
Primero se muestra la propuesta “suficiente”. Esta, desilusiona al corazón, emocionado por la historia, pero tranquiliza a la razón. Vamos, es aparentemente la propuesta correcta que le permitirá seguir funcionando y ganando, pero lo que hace realmente, es dar un piso de seguridad. El cliente al verla sabe que su problema está resuelto y que su dinero fue aprovechado, el está tranquilo y su mente puede poner atención a lo que sigue. Viene entonces la propuesta “virtuosa” la cual despierta más al corazón y lo hace volar, pero la razón no está convencida porque la propuesta suficiente es justa y segura. El ve el valor de la propuesta pero se debate entre el riesgo de ser diferente y la seguridad de un resultado garantizado. En esta etapa el cliente entra en un ligero conflicto, quiere pero no sabe  y es aquí donde entra en discusión con el resto del equipo hasta que los interrumpes para decir, “señores, no hemos terminado”. Sacas la propuesta “más allá” y explicas la idea, solo así, de lo más normal. Entonces sueño y razón se paralizan. Todo el mundo calla y hay un silencio sepulcral. Es algo que asusta, es ilogico. Surgen preguntas y tú, sustentas tu propuesta como de lo más normal. Puede ser que en este punto surja risa, sarcasmo o burla, el caso es que la propuesta abre una perspectiva no imaginada de posibilidades absurdas.
Lo que en mi experiencia pasa es lo siguiente: La propuesta uno, da la seguridad, la propuesta dos expande las posibilidades y la propuesta tres, eleva el estándar de comparación, evaluación y juicio. El cliente  al ver el nivel al que se podría llevar la solución en la propuesta tres, se retrae y encuentra, después de la propuesta tres, mayor seguridad en lo que antes le daba miedo. Vuele a la propuesta dos, “la virtuosa” para ahora hacer ceder la razón para pactar con el corazón. El miedo toma un nivel aceptable y la ambición cobra una escala coherente. La propuesta “virtuosa” es la seleccionada, dejando a la “suficiente” tan solo como la razón de la transición y la seguridad y a la “más allá” como el elemento de comparación para sentirse más seguro.