sábado, 21 de abril de 2012

"Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvaré yo". José Ortega y Gasset

Esta frase fue de esas que le dieron razón de ser al concepto del diseñosofía porque cuando me encontré con ella, me remitió a mis orígenes profesionales en los que yo insistía en diseñar objetos pero nadie me solicitaba diseños, así que diseñé lo que quise y como no había quién los fabricara pues monte un taller y como nadie me los compraba, pues puse mis tiendas y así hasta tener toda una microempresa de diseño y comercialización allá por la década de los noventas hasta del 2001. Esta frase también me detono una serie de conferencias que di en el 2008 llamadas "Poder Diseño" y que fueron las primeras en contener el concepto de diseñosofía y coaching para la innovación, conceptos con los que he pretendido dotar a las audiencias que llego a tener, en su mayoría diseñadores y empresarios, con argumentos, reflexiones  y herramientas para "poder diseñar", dando entonces a la palabra "poder" un viso de posibilidad y no de fuerza, aunque a fin de cuentas venga a ser lo mismo. Hablar de posibilidad es hablar de circunstancia y básicamente una circunstancia se puede dividir en la que me posibilita y la que me imposibilita y el problema es básicamente cuando nos hallamos en la segunda, la de lo no posible, que es diferente de la imposible pero a veces se confunde. El caso es que para abrir posibilidad hay que modificar la circunstancia y esa modificación está en la decisión que tomemos. Pero ese es el "grosso" de la frase de Gasset y es precisamente derivado de mis últimas circunstancias que me pongo hoy a escribir viendo otra perspectiva que no había visto antes. Hace un par de semanas estuve en la circunstancia de "soltería condicionada" que es cuando me quedo solo en casa, sin hijos y esposa y puedo entonces dar rienda suelta a mis manías, como por ejemplo la de vaciar el refrigerador y el congelador seleccionando estratégicamente cada tupper, cada verdura, cada bote y cada paquete enfriado o congelado para después usar toda mi creatividad para mezclarlos y disfrutarlos con una copa de vino. Después en mi soledad lavo todo, seco y guardo viendo con satisfacción mi logro como el papá de Amelie Poulin cuando arreglaba su caja de herramientas. Otra cosa buena de dicha circunstancia es que me da por pensar  y entonces me doy cuenta de cosas que pueden servir y me pongo a escribir estos diseñosofias y de lo que me di cuenta ahora, es que cuando cambia la circunstancia no solo cambia la posibilidad de hacer, sino que también cambia la persona y eso no lo había visto antes. Lo que quiero decir es que el que vive en casa con la familia no es el mismo que vive solo, entonces en la circunstancia no impacta solo el "hacer" sino también el "ser" y eso esta padre porque cuando construimos y modificamos nuestra circunstancia estamos también modificando nuestro ser. Tener o no tener ya sea casa, cultura, hijos, educación, salud, compañía, trabajo, tiempo libre, posición, amigos, condición física, reconocimiento, auto, título y pareja son algunas circunstancias que nos hacen ser y cuando pierdo o carezco de alguna me duele porque no solo me siento limitado en la posibilidad de hacer sino en mi posibilidad de ser y al mismo tiempo esa posibilidad de hacer o ser nos posiciona en la sociedad para ser o no ser más o menos queridos, necesitados y deseados y, cuando hablo de esto me refiero precisamente a las interacciones que a la vez nos hacen poder hacer y poder ser como lo son trabajar, ir a cenar, ser vistos, casarse, platicar, ser invitado, socializar, tener sexo o en resumen, ejercer las acciones que nos da la circunstancia y que a la vez nos genera la misma circunstancia en un círculo virtuoso que se construye a sí mismo entre posibilidad y acción. Lo que pasa entonces es que hay una relación directa entre el ser y la circunstancia y cuando se suman o se restan cosas, declaraciones  o eventos hay una afectación directa al círculo virtuoso y por ende una afectación en mi ser. Hay veces en que yo me atrevo a hacer los cambios para hacer o modificar mi circunstancia, que es de lo que hablo al inicio de este post y hay veces que mi circunstancia cambia por agentes que no controlo y por ende resulto afectado en mi círculo virtuoso y es cuando debo de tomar decisiones para volver a cerrarlo. El primer gran cambio que nos llega y no pedimos y no sabemos cómo atender y para el que recibimos toda la ayuda en un pacto de naturaleza humana es por supuesto el nacimiento. Los que estamos aquí recibimos la los que vienen y entregamos a los que se van hasta que nos llega nuestro turno. El segundo gran cambio es la adolescencia y como todos sabemos, es la etapa de la vida en la que cambia nuestro cuerpo sin que se lo pidamos, más bien cuando se le antoja, está listo o ya se canso de "ser así", quien sabe, el caso es que este cambio nos lleva al descubrimiento de una nueva circunstancia que ya no es niñez y que pareciera concretarse cuando después de pasar por "la juventud" uno se casa para finalmente llegar con esta circunstancia a "ser maduro". Y digo finalmente porque en estos años de adolescencia y juventud para llegar a la madurez, tomamos la foto de definición del mundo y lo que nuestra nueva circunstancia aparentemente "será" e inconscientemente pensamos que así se mantendrá la cosa porque pues "ya llegamos" y años después venimos a descubrir que se nos fue la época y la circunstancia y que ya ni música, ni ropa, ni amigos, ni autos, ni libros, ni películas, ni restaurantes, ni diversión es ya lo mismo y ahí andamos aferrados al pasado cargando la circunstancia y negando que el mundo siempre cambia y que solo nos toco abrir los ojos en un preciso momento de descubrimiento donde tomamos una foto fija en vez de seguir viendo la película pasar. Lo interesante aquí es la relación entre cambio y adolescencia o cambiar y adolecer para luego venir a madurar. Si la primera adolescencia va ligada al cambio del cuerpo, las demás adolescencias van ligadas al cambio de la circunstancia, volviéndose uno adolecente en automático cuando llega el cambio y por eso normalmente el cambio no nos gusta,  porque andamos como auténticos adolecentes todos sacados de onda e incomprendidos tratando de entender que pasa y cómo podemos lidiar con esta nueva circunstancia que en la mayoría de las veces nos representa un tipo de sacrificio o reto o incertidumbre. Por supuesto no se puede uno quedar así, adoleciendo ante las crisis, el chiste es entender que pasa, donde se rompió el círculo y cómo podemos repararlo para salir de esa adolescencia aprendiendo algo para volver a madurar hasta que llegue el próximo cambio y la próxima adolescencia. Como todo en la vida, entre mas lo hagas menos duele y el sufrimiento del cambio puede convertirse en gozo cuando se tiene el logro de la reconstrucción o la modificación de la circunstancia.

Entonces la madurez es más bien un cúmulo de adolescencias que derivan en la sabiduría y más sabio es aquel que mas adolescencias ha vivido. Hay entonces personas que son maduros menos maduros que se quedaron solo con la adolescencia de su cuerpo y nunca cambiaron o nunca los cambió la vida y por otro lado, están los maduros más maduros que pasan su vida en constante adolescencia provocando cambios y tratando de lidiar con los que les llegaron o buscando el valor para cambiar lo que no les gusta con el riesgo que esto conlleva y con el afán de poder hacer o poder ser lo que quieren ser, ya sea un ser diseñador, un ser feliz, un ser padre o un ser madre o un ser artista o todo esto junto. El chiste es que se vale estar inconforme con la circunstancia, pero lo que personalmente creo que no se vale, es no querer adolecer, o sea no hacerse cargo de ella y por ende no hacerse cargo de uno mismo.

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