Cuando el hombre tuvo la necesidad de almacenar agua, inicio
con las manos en forma de cuenco y de ahí, se puso a crear con materiales y formas
todo lo que requirió para su vida, evolución y supervivencia, pasando de la fabricación
de la primer jícara, al diseño de una serie interminable de objetos para
contener líquidos que van desde la cuchara, la copa de vino, la taza, el plato
sopero y la cisterna, hasta las sofisticadas playas artificiales en el Japón.
La misma reflexión tengo cuando puedo echarme una paseadita por algún museo de
arte donde se pueda observar la pintura y su evolución en el tiempo. Desde la
perspectiva tanto de la técnica como de la temática, hemos pasado de pintar con
tierra en una cueva a generar obras completas con sangre de animales o pintar
usando como herramienta, la vagina. Es un hecho que en nuestro desarrollo como
civilización hemos ido avanzando siempre llevando al máximo la diversificación
y la posibilidad creativa, pero si a este fenómeno de saturación de propuestas,
le sumamos el fenómeno de la industrialización, el consumo, el internet y las
redes sociales, el resultado es apabullante.
El diseño empezó a conquistarme cuando era pequeño porque me
sorprendía demostrándome que en ese momento de mi vida, en el que descubría y definía
el mundo, siempre había alguien que hacia algo diferente. Recuerdo por ejemplo la
primera vez que andando en bicicleta alrededor de los viveros de Coyoacán me
tope con el Javelin, el Gremlin, el Pacer y el AMX de la marca VAM en México o
American Motors en USA (jóvenes millennials si no entienden esto a Googlear) la
cual retaba con sus diseños la convencional geometría de la industria
automotriz de la época derivada del “diseño para la manufactura” que guiaba al
resto de los fabricantes y cabe decir, estructuraba el modelo educativo de las
escuelas antes de que llegaran los enfoques artísticos, sociales y sustentables
actuales. Por supuesto que en ese momento no lo enuncié así, solo pensé; “esto es
diferente, y me hace sentir bien descubrirlo” y de ahí, seguí disfrutando dicho
sentimiento cada vez que veía los nuevos autos de la formula uno o cuando
visitaba la casa de mi amigo Bertrand Amezcua que estaba amueblada
prácticamente en su totalidad con muebles de Knoll. Después de eso decidí que
no solo quería sentir en el descubrir sino en el descubrir creando y fue que me
volví diseñador, con lo que empezó una cadencia intensa de emociones en diversas
y variadas situaciones y experiencias de las cuales aprendí, que la mejor señal
para saber cuando algo es nuevo y emocionante es el simple hecho de sentir como
mi cuerpo se pone con piel de gallina y lo que me hace escribir este post, es
que por primera vez después de veinticinco años de carrera descubro que pocas
cosas (en el ámbito de diseño) me pueden hacer sentir lo que me hizo sentir la agencia VAM en el 76.
Siendo concretos y dada la complejidad del tema, quiero
partir del hecho que el diseño industrial puede entregar dos cosas, una función
adecuada y una forma agradable dentro de una esfera de factibilidad. Después de
pensar y pensar, solo alrededor de estos parámetros, mi conclusión es que estamos llegando a un
punto que desde mi perspectiva tiene dos posibles explicaciones y cada
explicación tiene un enfoque diferente. Enfocando al diseñador como responsable
de la creación, pudiera ser que hemos llegado a un punto de creación en que las
posibilidades de atender de mejor manera una función o crear nuevas estéticas
con la combinación de volúmenes y superficies ya no van a dar para mas ¿cuántas
sillas mas vamos a poder diseñar sin emular algo que existe? ¿cuántas tazas? ¿cuántas
formas de luminarias nos quedan que no hayan sido ya exploradas en su forma y
función? Desde este enfoque pareciera que el espacio de creación del diseño,
como el bosque y como el agua, ya nos lo estamos terminando y hoy, el “ser y
resolver diferente” no es un tema tan sencillo, como lo era unos años atrás. La
segunda explicación enfocada en la disciplina, es que podemos seguir creando
tantas mesas, como libreros, teléfonos, thermos y llaveros queramos con mas y
mas formas diferentes, pero es tal ya la diversidad de marcas, modelos y
propuestas que la sorpresa por la creación se esta diluyendo, lo que querría
decir que el diseño esta perdiendo su valor en la diferenciación por el mismo
hecho de la trivialización y saturación de la misma, o sea que las funciones se
nos están agotando al tiempo que ser formalmente diferente ya no hace ninguna
diferencia. Ante estos escenarios de saturación, podemos ver como diseñadores y
empresas están encontrando otras vías de posibilidad, una la del tratamiento del
diseño como un arte donde se enfatiza al valor de la creación, del mensaje y del
autor per sé, la otra, la de la tecnología, ya sea en procesos, en materiales o
en la interacción y conectividad con el objeto y la tercera la de la
innovación, donde lo que hacemos es en lugar de combinar formas, combinamos
funciones.
Quiero entonces entender que el diseño se esta volviendo una
disciplina que ante la saturación pudiera estar perdiendo su valor cuando
hablamos solo de diferenciación y, la competencia y necesidad de ser diferentes
nos ha hecho perder el foco de lo que es la esencia, que es, lo que de valor se
entrega. Y puede ser que ahí este el problema… ¿cual es hoy la definición de
valor? ¿es la función? ¿es la forma? ¿es la marca? ¿es la tecnología? ¿es la
firma de un diseñador? Creo que ya no lo sabemos, no solo los diseñadores,
tampoco los consumidores. Tengo la sensación que hace veinte o treinta años el
diseño era una disciplina maravillosa y poco conocida que entregaba rápido el valor
por medio de un elemento diferenciador y ahora, ya no lo siento así. Siento que
la disciplina, así como hoy la definimos, pudiera esta destinada a volverse un
commodity o, para decirlo de una manera mas positiva, a volverse finalmente
“democrática” que si no mal recuerdo es lo que soñábamos y clamábamos los
diseñadores en los 90´s. Pero no solo nos esta pasando a los diseñadores sino
también a los músicos, los escritores, los arquitectos, los pintores, los
fotógrafos, los científicos, los veterinarios, los atletas extremos y los
vendedores de seguros. Hoy todos nos topamos creatividad, propuesta y
exposición como un commodity y los que nos llamamos creadores tenemos que
aprender a lidiar con eso pronto o ponernos ya a buscar cuál es la próxima
puerta para experimentar, para lo cual lo que se necesita es mucha creatividad. Solo así.
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