viernes, 15 de abril de 2011

Bienaventurado el que nada espera, pues será sorprendido de forma exquisita. Alexander Pope

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Diseñar es prever. Somos de las pocas disciplinas que estamos dando la espalda al pasado en una eterna búsqueda por la definición del futuro en forma de belleza, de acción humana y de comportamiento y la única relación que tenemos con el pasado es precisamente que no lo queremos repetir, contrario a las demás disciplinas que basan las acciones del pasado en el aseguramiento del futuro. Si bien digo que somos seres diseñadores que lidiamos con el futuro, frecuentemente nos encontramos profundamente desilusionados porque aquello que esperábamos no resulto ser lo que esperábamos que fuera. Es una especie de pérdida de la conciencia creo. Estamos ya tan habituados a construir futuros que se nos olvida que no es posible controlar todo.

El reciente ejercicio de "Anudando historias" organizado por Circulo Cuadrado para Odabashian, fue un gran ejemplo del poder y la sabiduría del destino. Fue un ejercicio que me hizo reflexionar sobre el límite de mi previsión y la sabiduría de la circunstancia.
Mara y yo, iniciamos el proceso retando inconscientemente al destino con un diseño que nació desde la necedad, cuando ninguna de las ideas que generábamos era lo suficientemente impactante y original desde nuestra ambiciosa perspectiva de definir nuevos futuros en los tapetes. No queríamos un ejercicio gráfico ni un elemento meramente decorativo y seguimos explorando, bocetando, discutiendo y desechando ideas hasta que apareció la posibilidad. El acto del desecho es un acto de total libertad, es un acto sin consecuencia, porque en realidad al desechar una idea, estas deshaciendo compromisos, visiones y responsabilidades. En el des-echar y des-hacer; ya no está ni el hecho ni lo hecho. Decidimos entonces hacer que el diseño viniera del des-echo al retar lo que se da por sentado en un proceso de diseño que es, la definición y la previsión de la estructura formal. Era una especie de reciclado, pero no de material sino de ideas espontáneas generadas por el mismo acto de desechar. Nunca pensamos que en el instante en que estábamos arrugando la hoja, estábamos dejando al destino decidir las formas equilibradas y las proporciones que él, el destino, definía como perfectas. Sin saberlo aun, el resto de las circunstancias se sumaron al evento; distancia, tiempo, idioma, interpretación, cultura, costo, técnica, proceso... Y seguro otras cosas más que desconozco. El caso es que mandamos nuestra propuesta, nuestro concepto, idea y metáfora hábilmente sustentada y nos quedamos esperando creyendo que sabríamos lo que obtendríamos y afortunadamente, no fue así. La idea que tuvimos paso durante un año por un fascinante proceso que mezclaba la coherencia y la factibilidad con el reto y la metáfora, la imagen y la idea, con la cultura y la tradición, y la aventura y el arte con la realidad y la viabilidad comercial. El evento como siempre, me enseño muchas cosas de las que  quisiera resaltar el hecho de poder dejar que el destino participe en mi diseño como fiel colaborador de lo que es posible y dejar de creer que como diseñador tengo el poder total sobre la definición de un futuro que al parecer, no nos pertenece del todo.

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